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The Conversation

¿Quién gana y quién pierde con la caída de Bashar al-Assad en Siria?

Para Irán y Rusia, la caída de su aliado Assad dañará las aspiraciones regionales. Para los partidarios de la oposición -notablemente Turquía y Estados Unidos, que mantienen presencia militar en Siria– también habrá desafíos.
Publicado 9 Dic 2024 – 08:28 AM EST | Actualizado 9 Dic 2024 – 09:36 AM EST
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El brutal reinado de 54 años de la familia Assad en Siria parece haber terminado.

En cuestión de días, las fuerzas de la oposición tomaron la importante ciudad de Alepo antes de avanzar al sur hacia otras zonas controladas por el gobierno: Hama, Homs y, finalmente, el 7 de diciembre de 2024, la capital, Damasco.

La ofensiva fue aún más sorprendente si se tiene en cuenta que la guerra civil de 13 años se encontraba en gran medida en un punto muerto desde un alto al fuego negociado en 2020 por Rusia y Turquía.

El presidente Bashar al-Assad ha dimitido y se refugió con su familia en Rusia. Pero, ¿qué ha dejado atrás y qué ocurrirá a continuación?

Como experto en seguridad de Medio Oriente, creo que la capacidad de las fuerzas de oposición para mantener la unidad será decisiva en la transición hacia una Siria post-Assad. Desde que comenzó la guerra civil en 2011, las numerosas facciones de la oposición en Siria se han visto fracturadas por diferencias ideológicas y los intereses de sus patrocinadores externos, y eso sigue siendo así a pesar de la actual victoria.

Mientras tanto, el rápido cambio de suerte en la guerra civil de Siria plantea serias preguntas para los países que han apoyado a uno u otro bando en el conflicto.

Para Irán y Rusia, la caída de su aliado Assad dañará las aspiraciones regionales. Para los partidarios de elementos de la oposición -notablemente Turquía, pero también Estados Unidos, que mantienen una presencia militar en Siria– también habrá desafíos.

Temores de un “éxito catastrófico”

Irán, Estados Unidos, Rusia y Turquía han sido actores cruciales a lo largo de la guerra civil de Siria.

La reciente ofensiva de la oposición se produjo cuando los tres aliados clave de Assad –Rusia, Irán y el Hezbollah de Líbano– se encontraban al límite de sus posibilidades. La atención de Rusia a Ucrania y los reveses sufridos por Irán a causa de los ataques israelíes han limitado su capacidad de proporcionar un apoyo sólido a Assad, mientras que Hezbollah parecía vacilar a la hora de enviar más combatientes, como había hecho anteriormente.

Luego, el 2 de diciembre, mientras las fuerzas de la oposición estaban en movimiento, Rusia comenzó a retirar activos navales de su base estratégica en Tartus, Siria, en el Mediterráneo. Esta erosión del respaldo externo socavó sustancialmente la capacidad de Assad de reagruparse y montar una contraofensiva eficaz.

Sin duda, Estados Unidos acogerá con agrado esta disminución de la influencia rusa e iraní en Siria, pero ya se ha expresado la preocupación en Washington por un escenario de “éxito catastrófico” en el que Assad sea reemplazado por un grupo islamista que muchos en Occidente consideran terrorista.

Fueron del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (Organización para la Liberación del Levante), o HTS, los que encabezaron gran parte de los avances de la oposición en Siria, luchando junto al Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía.

Y aunque Hayat Tahrir al-Sham no ha atacado directamente a las tropas estadounidenses estacionadas en el noreste (que está bajo el control de las Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por los kurdos), la inestabilidad y la posibilidad de enfrentamientos entre las facciones de la oposición y los aliados de Estados Unidos podrían aumentar los riesgos para los 900 efectivos estadounidenses estacionados en Siria.

Un panorama fragmentado

El hecho de que diferentes grupos de la oposición hayan ocupado varias zonas que alguna vez estuvieron bajo el control del gobierno apunta a un hecho crucial: Siria está dividida de facto. El noroeste está controlado por la organización islamista Hayat Tahrir al-Sham y el Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía. El noreste está bajo el mando de las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por los kurdos y apoyadas por Estados Unidos.

A pesar de un objetivo compartido de derrocar a Assad y de la ofensiva conjunta sobre Alepo, los conflictos entre Hayat Tahrir al-Sham y el Ejército Nacional Sirio son frecuentes. Hayat Tahrir al-Sham, liderada por Abu Mohammad al-Golani, pretende reafirmar su control sobre las zonas controladas por la oposición, incluidas las que actualmente gestiona el Ejército Nacional Sirio.

El Ejército Nacional Sirio y Hayat Tahrir al-Sham mantienen relaciones complejas, a menudo conflictivas, con las Fuerzas Democráticas Sirias, condicionadas por diferencias ideológicas, territoriales y estratégicas. El Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, suele enfrentarse directamente a las Fuerzas de Defensa Siria, a las que Turquía considera una organización terrorista y una rama del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, contra el que lucha en el sur de Turquía desde hace más de cuatro décadas.

La fragmentación interna de la oposición puede debilitar su capacidad de aportar estabilidad a Siria a largo plazo.

Problemas de ajuste entre los actores implicados

La caída de Assad tendrá importantes implicaciones para los países que tienen intereses en la región.

La gran estrategia de Irán de preservar la 'Media Luna chiita' (conectando a Teherán con Beirut a través de Bagdad y Damasco y, de paso, contrarrestando a las facciones islamistas sunitas) ha fracasado.

Para Washington, la salida de Assad no se ajusta necesariamente a ningún resultado esperado.

Estados Unidos ha priorizado equilibrar, contener y potencialmente disminuir la influencia rusa e iraní en Siria. Pero hasta hace poco eso no significaba la eliminación de Assad. El gobierno de Biden incluso había insinuado a principios de diciembre que estaría dispuesto a levantar las sanciones a Siria si Assad cortaba los lazos con Irán y Hezbollah.

También se habló de una alianza del gobierno de Assad con las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos. Pero a medida que una ciudad tras otra caían en manos de Hayat Tahrir al-Sham y del Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, se hacía cada vez más improbable que el grupo kurdo se alineara con las debilitadas fuerzas de Assad, especialmente porque las propias fuerzas kurdas consiguieron importantes avances territoriales.

Las Fuerzas Democráticas Sirias tendrán que adaptarse en respuesta a la caída de Assad. Esto será doblemente cierto si, como muchos anticipan y el presidente electo Donald Trump ha insinuado, Estados Unidos se retira de Siria. Actualmente, los 900 soldados estadounidenses están en el este de Siria, junto a una base militar en Al-Tanf, ubicada cerca de las fronteras iraquí y jordana.

Si las fuerzas estadounidenses se retiran, las Fuerzas Democráticas Sirias y la región autónoma que istran —conocida como la istración Autónoma del Norte y el Este de Siria— tendrían que negociar su autonomía con las dos facciones de la oposición y con el vecino sirio, Turquía.

El precario papel de las Fuerzas Democráticas Sirias en la transición a la era post-Assad podría convertirse en un importante dolor de cabeza para la política exterior de Estados Unidos.

Dada la historia de incursiones militares y campañas de Turquía contra las Fuerzas Democráticas Sirias en ciudades del norte como Afrin y Kobane, el grupo kurdo podría tener que alinearse con algunas facciones de la oposición, probablemente Hayat Tahrir al-Sham, si Estados Unidos finalmente se retira.

Rebeldes marchan en Siria

En los últimos tiempos, Hayat Tahrir al-Sham ha evitado en gran medida antagonizar a las Fuerzas Democráticas Sirias. De hecho, los esfuerzos de Hayat Tahrir al-Sham por cambiar su imagen y moderarse son notables, especialmente dados sus orígenes como un grupo salafista con vínculos con Al Qaeda.


Al adoptar una serie de políticas, como emitir una amnistía para el personal del ejército sirio, facilitar acuerdos de evacuación y usar el lenguaje de la construcción de una estructura de gobierno étnica y religiosamente diversa, el grupo islamista ha intentado suavizar su imagen de línea dura y ganar el favor -o al menos la neutralidad- de los actores internacionales, como Estados Unidos.

Sin embargo, persiste el escepticismo sobre los objetivos finales de Hayat Tahrir al-Sham.

Cálculos estratégicos para Turquía

La posición de Turquía sobre Siria ahora es igualmente compleja. Turquía alberga a 3.6 millones de refugiados sirios, el país que más refugiados alberga en el mundo. Una prolongada crisis económica y un creciente sentimiento anti-refugiados habían presionado al presidente turco Recep Tayyip Erdoğan para que mostrara su voluntad de dialogar con Assad antes de la ofensiva de la oposición.

La esperanza de Turquía era que la normalización de las relaciones con Siria ayudaría a facilitar el retorno de los refugiados y abordaría las preocupaciones sobre un posible estado kurdo en el noreste de Siria.

Pero Assad desestimó esas propuestas e intensificó los ataques aéreos en Idlib, lo que desencadenó nuevas oleadas de desplazamientos cerca de la frontera turca.

La política de Turquía hacia Siria también está estrechamente vinculada a su renovado proceso de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Según se informa, estas conversaciones incluyen discusiones sobre la posible liberación del líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán encarcelado, Abdullah Öcalan, cuya influencia es profunda en las regiones lideradas por los kurdos en el norte de Siria.

La oportunidad de una nueva Siria

El fin del gobierno de Assad después de medio siglo de opresión brutal significa un momento crucial para Siria, que ofrece una oportunidad para reconstruir la nación sobre bases de inclusión, pluralismo y estabilidad.

Para que esta visión se haga realidad, las facciones de la oposición tendrán que ser capaces de sortear los inmensos desafíos que plantea la transición, lo que incluye fomentar la unidad entre los diversos grupos, abordar las reivindicaciones de años de conflicto y establecer estructuras de gobierno que reflejen la diversidad étnica, religiosa y política de Siria. No será una tarea fácil.


*Sefa Secen es profesor adjunto de Estudios Internacionales y Globales, Universidad de Nazaret.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.bajo el título "Assad deja atrás una nación fragmentada: estabilizar Siria será un gran desafío para la oposición fracturada y sus partidarios externos". Lea aquí el original.

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