El enojo de los votantes demócratas pone en aprietos a los líderes del partido
La base demócrata está molesta.
No solo con el presidente Donald Trump, Elon Musk y el movimiento 'Make America Great Again'. Las bases demócratas están furiosas con sus propios líderes y cada vez más presionan para reemplazarlos.
Los demócratas de Arizona y Georgia despidieron a sus líderes de partido, mientras que el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, de Nueva York, pospuso una gira de presentación de su libro ante las protestas en medio de reclamos de colegas más progresistas que desafían su liderazgo.
El partido que pierde unas elecciones presidenciales usualmente pasa un tiempo superando la derrota. Pero la ira que se le percibe actualmente a los demócratas hacia sus líderes está alcanzando un nivel que recuerda al movimiento del 'Tea Party' que hace 15 años supuso un punto de inflexión para líderes republicanos.
"Deberían estar absolutamente preocupados por aferrarse al poder, porque ahora mismo hay una verdadera energía en su contra", dijo Paco Fabián, subdirector de Our Revolution, un grupo de base aliado con el senador independiente de Vermont, Bernie Sanders. "Y en cuanto alguien descubra cómo aprovecharlo, se verán en serios problemas", consideró.
Un golpe más duro que derrotas previas
Las elecciones del martes podrían dar cierto impulso a los demócratas a nivel nacional. En Wisconsin, la contienda no partidista por un escaño en la Corte Suprema estatal se ha convertido en una prueba para la influencia de Musk, ya que su organización política impulsa al conservador Brad Schimel, mientras que los progresistas respaldan a la liberal Susan Crawford, quien ha hecho del mensaje anti-Musk un eje central de su campaña.
En Florida, dos elecciones especiales para la Cámara de Representantes de Estados Unidos han mostrado hasta el momento que los demócratas están recaudando más fondos que sus homólogos republicanos en distritos muy pro-Trump.
Pero la profunda frustración que permea entre los demócratas es evidente y no muestra señales de desaparecer.
Según una encuesta de Quinnipiac de febrero, aproximadamente la mitad desaprueba la forma en que los demócratas en el Congreso están desempeñando su trabajo, en comparación con aproximadamente 4 de cada 10 que la aprueban.
Esto contrasta marcadamente con el inicio de la presidencia de Joe Biden en 2021, cuando más de 8 de cada 10 demócratas aprobaban la labor de su partido en el Congreso, y con el inicio del primer mandato de Trump en 2017, cuando aproximadamente 6 de cada 10 demócratas lo aprobaban. En 2017, al igual que ahora, los demócratas estaban en desventaja en ambas Cámaras del Congreso.
Una encuesta de CNN/SSRS de febrero reveló que aproximadamente tres cuartas partes de los demócratas e independientes con inclinaciones demócratas pensaban que los demócratas en el Congreso no estaban haciendo lo suficiente para oponerse a la agresiva agenda de Trump.
Ante el esfuerzo republicano coordinado y planificado desde hace tiempo para reestructurar el gobierno y despedir a decenas de miles de empleados federales, los demócratas han tenido dificultades para dar una respuesta unificada.
La frustración de la izquierda con los demócratas electos comenzó cuando algunos senadores demócratas respaldaron a los candidatos al gabinete de Trump y apoyaron la legislación contra la inmigración ilegal. La situación se intensificó tras el discurso conjunto de Trump ante el Congreso, cuando los legisladores demócratas protestaron vistiendo ropa coordinada y sosteniendo carteles que expresaban su descontento. Un puñado de demócratas votó entonces con los republicanos para censurar al representante estadounidense Al Green, demócrata por Texas, quien interrumpió el discurso de Trump ante el Congreso y fue escoltado fuera de la Cámara.
Schumer enfrentó la reacción más dura tras negarse a bloquear un proyecto de ley de gasto público liderado por los republicanos y llevar así a un 'cierre' parcial del gobierno federal. Schumer afirmó que bloquear ese plan habría sido contraproducente y beneficiado a Trump, pero muchos en la izquierda lo interpretaron como una capitulación.
"Quiero que la oposición sea mucho más activa", dijo Stefan Therrien, un estudiante de ingeniería de 22 años en Tempe, Arizona, quien calificó a los líderes demócratas en el Congreso de "muy pasivos" en un intento desacertado de atraer a los centristas. "Los demócratas deberían atacar con más fuerza", consideró.
Ken Human, un abogado jubilado que asistió a un foro público organizado por los demócratas en Lexington, Kentucky, dijo: "Hay que plantar cara a los abusadores porque, de lo contrario, te pisotearán".
La ira de las bases de un partido no es inusual después de que este pierde la Presidencia.
Los republicanos del llamado establishment se enfrentaron a una feroz reacción tras la elección del demócrata Barack Obama como presidente en 2008, lo que impulsó el auge del movimiento 'Tea Party', que derrocó a algunos de los titulares más poderosos del partido y trajo consigo a un nuevo grupo de legisladores centrados en obstruir la agenda de Obama.
Los demócratas, igualmente, se sintieron abatidos tras la reelección del presidente republicano George W. Bush en 2004. Pero su popularidad pronto se desplomó y los demócratas percibieron las contundentes victorias que obtendrían en las elecciones de mitad de período de 2006, según Robert Shapiro, profesor de la Universidad de Columbia especializado en política estadounidense.
La victoria de Ronald Reagan en 1980 fue una conmoción aún mayor para los demócratas, ya que trajo consigo un período de ascenso republicano. El Partido Republicano obtuvo la mayoría en el Senado por primera vez en casi 30 años, aunque los demócratas mantuvieron el control de la Cámara de Representantes.
"El revés fue significativo (...) pero no tanto como lo que ha sucedido actualmente, donde Trump ganó las elecciones al mismo tiempo que los republicanos controlaron ambas Cámaras del Congreso", dijo Shapiro.
A los demócratas les indignó la primera victoria de Trump, pero en su mayoría canalizaron su enojo hacia el presidente y el Partido Republicano. Planearon marchas y organizaron grupos comunitarios para prepararse para las elecciones de mitad de período.
Esos comicios dieron lugar a al menos una sorpresa con implicaciones futuras: el representante por Nueva York Joe Crowley, el demócrata número 4 en la Cámara de Representantes, cayó ante Alexandria Ocasio-Cortez, quien entonces era prácticamente desconocida.
Furiosos foros y nuevos rivales
Miles de personas han abarrotado los mítines para escuchar a Sanders y Ocasio-Cortez, outsiders que ganaron relevancia por sus duras críticas al establishment demócrata.
Los demócratas están recibiendo fuertes críticas de los electores en algunos foros comunitarios, incluyendo eventos que están organizando en distritos controlados por el Partido Republicano para llamar la atención sobre los republicanos que evitan interactuar de forma improvisada con los votantes.
En Arizona, que votó por Biden en 2020 antes de inclinarse por Trump el año pasado, los furiosos líderes del partido destituyeron a su presidenta, Yolanda Bejarano. El resultado fue una sorpresa. Bejarano contaba con el apoyo de todos los demócratas prominentes del estado y se esperaba ampliamente que obtuviera un segundo mandato.
La representante Nikema Williams, presidenta del Partido Demócrata de Georgia, corrió una suerte similar después de que Trump ganara en Georgia en 2024.
Williams renunció a la presidencia del partido el lunes, días después de que el comité estatal demócrata aprobó un cambio en las reglas que convertía su presidencia en un cargo de tiempo completo, informó Atlanta Journal-Constitution. La regla tornó imposible que Williams continuara como presidenta hasta el final de su período en 2027 al tiempo que mantenía su escaño en el Congreso.
Kat Abughazaleh, una periodista liberal de 26 años con un gran número de seguidores en redes sociales, decidió postular al Congreso, afirmando en un anuncio en video que la mayoría de los demócratas "trabajan con un manual obsoleto".
“No están a la altura del momento y sus electores están furiosos”, dijo Abughazaleh en una entrevista. Añadió que la representante a la que desafía, Jan Schakowsky, una demócrata de 80 años que representa un distrito suburbano de Chicago desde 1999, tiene un historial progresista irable, pero que “algo tiene que cambiar culturalmente (...) en cómo hacemos política y cómo hacemos campaña”.
“Ya no puedo seguir sentada esperando a que alguien quizás más lo haga”, dijo Abughazaleh.
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