De dónde viene la tradición de los 100 días: un invento de Roosevelt inspirado en Napoleón para luchar con una emergencia nacional

El primer presidente de Estados Unidos que utilizó la marca de los 100 primeros días fue Franklin Delano Roosevelt en 1933 en medio de una crisis económica que amenazaba la subsistencia de la democracia y la unidad del país. El plazo fue entonces una muestra de consenso y colaboración del Congreso ante la emergencia nacional que planteaba la Gran Depresión.
El presidente Donald Trump se queja ahora del estándar de los 100 días y dice que es "ridículo", pero él mismo mencionó en campaña este primer caso y aseguró que empujaría de la misma manera al Congreso. En 1933, como ahora, las dos cámaras tenían mayoría del partido del presidente, pero aquellas circunstancias dramáticas poco tenían que ver con las actuales.
La marca nunca ha vuelto a tener la misma urgencia de su origen, pero tiene sentido en cuanto habitualmente es un periodo en que el nuevo presidente goza de popularidad y tiene más margen de actuación con el Congreso.
El caso de Trump es excepcional porque pese a que su partido tiene mayoría en las dos cámaras él es el presidente recién elegido más impopular desde que se recogen datos comparables y nunca gozó de esa luna de miel que suelen disfrutar los nuevos gobiernos.
15 leyes en 100 días
En esos 100 días de 1933 el Congreso aprobó 15 leyes que contuvieron el pánico bancario, dieron trabajo público a cientos de miles de desempleados y fundaron las bases del llamado New Deal.
No fueron, en realidad, los 100 primeros días de la Presidencia de Roosevelt, sino el tiempo de la sesión extraordinaria del Congreso, entre el 9 de marzo y el 16 de junio de 1933. Cuando empezó la cuenta atrás, Roosevelt llevaba cinco días de presidente, desde su toma de posesión el 4 de marzo.
El nuevo presidente llegó a la Casa Blanca en medio del caos. Miles de bancos habían quebrado. Las bolsas de Nueva York y Chicago estaban cerradas. El país había perdido un tercio de su riqueza en cuatro años. El paro rondaba el 25%, aunque en algunas ciudades llegaba al 80%. Los militares estaban en alerta por los brotes de violencia en las colas frente a los bancos para la retirada en masa de efectivo. Ya se habían producido varias revueltas populares, con la ocupación de cámaras de representación local. El país se podía partir.
Periodistas influyentes como Walter Lippmann le decían a Roosevelt que asumiera poderes dictatoriales, una idea que apoyaban varios tabloides. Hasta su esposa Eleanor sugería que no era tan mala idea ser un “dictador benévolo”.
Su gestión implicó un refuerzo del poder ejecutivo, pero FDR optó por empujar sus reformas de la mano del Congreso y buscando el apoyo popular. Los legisladores tenían difícil negarse en un ambiente de emergencia y más cuando veían el encanto personal con que Roosevelt se ganaba la atención de sus conciudadanos.
En esos cien días empezó sus charlas radiofónicas pidiendo a sus “amigos” estadounidenses que no sacaran todo el dinero del banco y que confiaran en las medidas que se iban a tomar esa primavera para superar la crisis.
Napoleón
Los periodistas cercanos a Roosevelt le habían ayudado a promocionar el número 100 y hacían comparaciones con Napoleón Bonaparte, que popularizó esa marca como símbolo de renacimiento en 1815, desde su exilio hasta su vuelta triunfal a París: lo que se llamó Les Cent-Jours. En realidad, los de Napoleón tampoco fueron exactamente 100, sino 111, pero el número redondo quedaba claramente mejor.
A Roosevelt le gustaban las metáforas militares y utilizó la marca como una forma de presión para el Congreso y una manera de ganarse la confianza de los ciudadanos con un plazo claro y cercano.
La primera ley aprobada por el Congreso, el 9 de marzo de 1933, dio el control del sistema bancario al presidente, creó la primera regulación financiera estricta y acabó con el patrón oro. Las siguientes aprobaron subsidios para los granjeros, establecieron obras públicas para construir carreteras o conservar parques nacionales, impusieron tasas al alcohol y crearon un sistema de ayudas a los parados.
Todas las leyes que presentó Roosevelt fueron aprobadas por el Congreso, la mayoría con poco debate. El miedo funcionó y el presidente tuvo habilidad para proponer medidas que gustaban también a los conservadores.
Movilizó a grupos de apoyo también entre los republicanos, por ejemplo el comité de los 100 encabezado por mujeres republicanas de Nueva York, que hicieron campaña para que los representantes de su partido respaldaran las leyes que proponía el presidente.
Los peligros
FDR tenía de su parte a los tabloides, aunque el New York Times destacó en varios títulos que sí estaba asumiendo poderes similares a los de “un dictador”, algo que Roosevelt quería evitar (tenía un buen concepto sobre sí mismo, pero temía lo que pudiera venir después).
Con los años, Roosevelt tuvo impulsos autoritarios. Se presentó a sus cuartas elecciones rompiendo con la tradición de estar un máximo de dos mandatos en el poder y trató de interferir en la labor de la Corte Suprema de Justicia. Aun así, defendió los principios básicos de la democracia en un momento en que estaba en cuestión en todo Occidente, desafiado por los regímenes nacionalistas y populistas, como la Alemania nazi de Adolfo Hitler o la Italia fascista de Benito Mussolini..
Según cuenta el libro The Defining Moment: FDR, Hundred Days and the Triumph of Hope de Jonathan Alter, poco después de tomar posesión, un visitante no identificado por las crónicas de entonces se acercó al presidente y le dijo: “Si su programa tiene éxito, será usted el mejor presidente de Estados Unidos. Si fracasa, será el peor”. Roosevelt contestó: “Si resulto ser un mal presidente, probablemente seré el último presidente”.