En defensa de las memorias: el discurso de graduación de Sonia Sotomayor
Las ovaciones ocurrieron antes que Sonia Sotomayor, la primera jueza hispana y la tercera mujer en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, tuviera a su cargo este domingo el discurso de graduación de la Universidad de Rhode Island.
En esa ceremonia de graduación y minutos antes de hablar, Sotomayor recibió un doctorado honorífico en Derecho. Otra hispana, la profesora asociada de historia Rosa María Pegueros, la escoltó a la tarima desde donde se dirigió a la audiencia.
Y antes que su discurso tomara forma, Sotomayor felicitó a la Clase de 2016 y especialmente a sus familiares y amigos por ayudarlos a llegar a la culminación de sus licenciaturas.
“Aunque todos ustedes merecen la felicitación por lograr esto, son las personas en la audiencia -sus familias, sus amigos, y sus profesores- los verdaderos héroes. Pónganse de pie, volténse y aplaudanlos”, dijo.
Su discurso se basó en lo que llamó los momentos “uh-oh” ("ay no") y “aha” ("ajá") y los aprendizajes que estos nos traen en la vida.
Los “aha”, a su juicio, son esos momentos en que se toma conciencia de quiénes somos y del mundo que nos rodea. O “los momentos que se quedan con uno por el resto de la vida”, reflexionó.
Los “uh-oh”, de otra parte, los calificó como los errores, las frustraciones, las veces que nos preguntamos “por qué lo hicimos” y las vergüenzas que pasamos pero que luego se vuelven “un componente necesario para hacerse más sabio”.
Hablar de memorias y experiencias que marcan la hizo acordarse de su origen humilde, de crecer en el Bronx en un proyecto de vivienda pública y lo que ha luchado para estar en la corte máxima de Estados Unidos.
“Soy la hija de primera generación de migrantes puertorriqueños que se movieron a la ciudad de Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras crecía, ninguno de mis primos en Nueva se había graduado de la universidad”, relató.
“Yo, sin embargo, tenía el sueño de graduarme de la universidad, convertirme en abogada y hasta me imaginaba que si la vida sería buena conmigo, me convertiría en jueza”, dijo quien terminaría graduándose Summa Cum Laude de Princeton en 1976 y de la Escuela de Derecho de Yale en 1979.
Esos sueños, relató Sotomayor, se tambalearon en su primer semestre en la universidad en su curso de historia estadounidense por la “C” que obtuvo en un ensayo. Era la calificación más baja que había recibido desde cuarto grado.
Al preguntarle a la profesora qué sucedió, le dijo que aunque tenía ideas interesantes, el ensayo no tenía temas unificadores o un marco teórico. “Me dijo que mi 'paper' tenía muchos errores gramaticales”, explicó de aquel momento tan frustrante que se realzaba con las marcas rojas del bolígrafo de la profesora.
Se dio cuenta que la universidad sería más dura que la secundaria y que tenía miedo.
“Ese momento podría haberme paralizado pero pedí ayuda”, mencionó, como exhortación a que se luche hasta el fin por las metas que uno se traza.
Antes de su próximo ensayo, rememoró, les pidió ayuda a sus profesores, pasó muchas horas en la biblioteca y compró libros básicos de gramática. Es que de acuerdo con la magistrada neoyorquina, “los sueños se pueden hacer realidad pero necesitas de otras personas para llegar a ellos”.
Comprendió, además, que los sueños no se hacen realidad meramente por suerte o incluso talento sino por el trabajo duro para lograrlos.
En su libro de memorias “Mi mundo adorado”, Sotomayor relata algunos de los retos que ha debido afrontar desde la pobreza hasta haber sido criada por una madre soltera y cómo el optimismo fue clave para llegar a su posición en el máximo tribunal de Justicia de Estados Unidos.
“La experiencia me ha enseñado que no puedes valorar los sueños de acuerdo a las probabilidades que tienen de convertirse en realidad. Su valor verdadero reside en despertar en nosotros la voluntad para aspirar a lograrlos”, escribió en el prefacio del libro.
Son palabras que de muchos modos resuenan y conectan con su discurso a los graduados de la Clase 2016.
Sotomayor se despidió exhortando a que los graduados trabajen por sus comunidades y que contribuyan a su desarrollo. Les pidió, a su vez, que tomen en cuenta todos "los falsos comienzos y las malas decisiones" que tomaron para llegar a las decisiones importantes y las que serán luego sus buenas memorias.
"Ustedes tienen la obligación", concluyó, "de ayudar a que los demás, las generaciones que los siguen, descubran las buenas memorias y salgan adelante".
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