"Para sanar, debemos recordar": EEUU sobrepasa el millón de muertes por la pandemia
Estados Unidos sobrepasó el millón de muertos a consecuencia del covid-19.
La Universidad Johns Hopkins, que lleva cifras aproximadas sobre fallecidos, registra este martes 1,000,004, marcando una cifra sombría de una pandemia que sigue causando un daño silencioso, pero implacable, especialmente a aquellos con condiciones crónicas de salud o que, pese a la masiva campaña oficial, nunca se vacunaron.
La semana pasada la Casa Blanca, anticipando las cifras había recordado que EEUU, como nación, no debía insensibilizarse ante este dolor: "Para sanar, debemos recordar. Debemos permanecer atentos a esta pandemia y hacer todo lo posible para salvar tantas vidas como sea posible, como hemos hecho con más pruebas, vacunas y tratamientos que nunca", dijo Biden citado en el comunicado de la Casa Blanca.
El 24 de mayo de 2020, cuando el país superó las 100,000 muertes registradas, el diario The New York Times llenó su portada con los nombres de los fallecidos, describiendo su pérdida como "incalculable".
Ahora la nación ha superado el hito del millón. ¿Qué es "incalculable" multiplicado por 10? ¿Hasta dónde alcanza el duelo por una pandemia con más muertos en dos años que los causados por el VIH durante las cuatro décadas de azote del sida?
Las cifras son de tal magnitud que dos sociólogos idearon recientemente un “ multiplicador del duelo” para calcular cuántos parientes cercanos deja la muerte de una persona por covid-19.
La respuesta, por término medio, es nueve, sin incluir a la familia extensa o los amigos íntimos, los compañeros de trabajo de toda la vida o los vecinos, muchos de los cuales, según el estudio, también se ven profundamente afectados. Esto quiere decir que 9 millones de personas (el 3% de la población) sufren hoy el dolor de la pérdida de un ser querido a manos del covid.
Las estadísticas indican que el covid-19 se convirtió rápidamente en la tercera causa de muerte entre los estadounidenses en 2020, sólo por detrás de las enfermedades cardíacas y el cáncer. Y eso que el número real de muertos es significativamente mayor que el millón oficial. Personas cuyos certificados de defunción indican ataques cardíacos o enfermedades relacionadas con la hipertensión probablemente tenían infecciones por coronavirus no diagnosticadas, en especial durante los primeros meses de la pandemia, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
Aunque la sensación es la de querer dejar atrás a toda costa una pandemia que ha ocupado las 24 horas del día durante meses y meses, es importante hablar del hito del millón de fallecidos (que, como hemos dicho, en realidad tiene un alcance mucho mayor), y poner sobre la mesa otros datos.
Los estadounidenses han muerto de coronavirus a un ritmo más alto que en cualquier otro país industrializado importante. En un lejano segundo lugar se encuentra Brasil, con cerca de 700,000 muertes confirmadas. Esto ha provocado que la esperanza de vida se desplome en los últimos dos años al ritmo más brusco desde el doble golpe que supuso la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe de 1918.
¿Quiénes han muerto? Mayores, de ingresos bajos, hispanos y negros
Por otra parte, el millón de muertos puede parecer un grupo aleatorio, pero se divide en patrones claros: los muertos son, en su mayoría, de edad avanzada, con un nivel de ingresos desproporcionadamente bajo, negros o hispanos, y en su inmensa mayoría sin vacunar. Las personas que no se vacunaron tenían 53,2 veces más probabilidades de morir que las personas totalmente vacunadas y con dosis de refuerzo.
Sin embargo, alrededor de esos círculos concéntricos que forma ese millón largo de fallecidos personas de todas las edades, todos los niveles de ingresos y de todos los orígenes, vacunados o no. Nos alcanza, en suma, a todos.
La pandemia continúa
La cifra del millón de muertos se alcanzó a una velocidad asombrosa: 27 meses después de que el país confirmara su primer caso del virus. Y algo inquietante es que la pandemia, por mucho que nos gustaría que no fuese así, continúa.
Aunque las muertes por covid-19 han disminuido en las últimas semanas, unas 360 personas siguen muriendo cada día. El recuento de víctimas es mucho más alto de lo que la mayoría de la gente podría haber imaginado en los primeros días de la pandemia, cuando el entonces presidente Donald Trump se burló y restó importancia al virus en repetidas ocasiones mientras estaba en el cargo.
No solo son las muertes, como señalábamos. Se calcula que 149,000 niños han perdido a uno de sus padres o a su cuidador. A muchos se les negaron los rituales del duelo: despedidas junto al lecho, funerales en persona. Otros están sufriendo pérdidas crudas y recientes, y su dolor ha sido pisoteado en medio de la estampida hacia la normalidad.
Después de muchas de las mayores catástrofes que se recuerdan en Estados Unidos, como el 11-S y el huracán Katrina, "parecía que el mundo se había detenido", dijo Lori Peek, socióloga de la Universidad de Colorado en Boulder que estudia las catástrofes en declaraciones a The Atlantic. "En cierto nivel, nos hicimos cargo de nuestros fracasos, y hubo cambios reales".
Una amenaza invisible
Cruzar el millón de muertes podría ofrecer una oportunidad similar para hacer balance, pero "900,000 muertes me parecieron un gran umbral, y no nos detuvimos", dijo Peek. ¿Por qué? ¿Por qué tantas publicaciones y políticos se centraron en la reapertura de enero y febrero, el cuarto y quinto mes más mortífero de la pandemia? ¿Por qué los CDC emitieron nuevas directrices que permitían a la mayoría de los estadounidenses prescindir del enmascaramiento en interiores cuando al menos 1,000 personas habían estado muriendo de covid cada día durante casi seis meses seguidos? Si EEUU se enfrentara a medio año de huracanes diarios que se cobraran 1,000 vidas cada uno, es difícil imaginar que la nación decidiera mirar hacia otro lado. ¿Por qué, entonces, covid es diferente?
Parte de la respuesta esta en que la amenaza es invisible y, a diferencia de, por ejemplo, un huracán, no hay inundaciones ni edificios en llamas.
Y aunque el 3% de los estadounidenses ha perdido a un familiar cercano a causa del virus, eso significa que el 97% no le ha ocurrido.
A medida que la tragedia se convierte en rutina, el exceso de muertes parece menos excesivo. Como señala The Atlantic, los niveles de sufrimiento que antes parecían truenos ahora se asemejan a los clics de un metrónomo, el ruido de fondo contra el que juega la vida cotidiana.