Las microagresiones, el racismo sutil que es tan dañino como la brutalidad policial

El joven médico Samuel Kebede narra en este reciente hilo de Twitter una serie de incidentes habituales en su vida cotidiana y no por ello menos perturbadores: Kebede entra en la habitación para visitar a un paciente y le preguntan si llega para vaciar la basura; el doctor entra en una sala de operaciones y dos médicos residentes le indican que ya se ha limpiado la habitación; un paciente le dice que está dando “buen ejemplo” porque otras personas negras son “perezosas”. Y así.
Los microrracismos o microagresiones pueden pasar desapercibidos, pero no por ello resultan menos denigrantes para quienes los reciben. El poder acumulativo de los prejuicios puede tener consecuencias a largo plazo en muchas facetas de la vida. A modo de ejemplo, numerosos estudios indican que, cuando una persona negra escucha repetidamente que es menos lista por su color de piel, termina obteniendo peores resultados académicos y en pruebas relacionadas con la inteligencia.
De lo macro a lo micro
¿Tiene sentido dar importancia a microrracismos como los que relata el médico Kebede frente a la gravedad de lo ocurrido con George Floyd y otras personas que han perdido la vida o han sufrido graves daños víctimas de abusos raciales?
Por supuesto. Expertos como Derald Wing Sue, profesor de psicología y educación en la Universidad de Columbia especializado en el estudio de las microagresiones, indican que casi todos deberíamos observarnos a nosotros mismos, porque la mayoría no somos inmunes a los prejuicios raciales heredados de nuestros ancestros y nuestra sociedad.
De acuerdo con este y otros expertos, los sesgos y prejuicios se presentan de forma continua e implican a gran parte de la población estadounidense.
A diferencia de las macroagresiones, penadas por ley en su mayoría (o a eso aspiramos), los microrracismos a menudo se escapan del radar de nuestra consciencia. Ni siquiera somos conscientes de que nuestros comportamientos transmiten esos prejuicios raciales o de otro tipo (homofóbicos o sexistas, por ejemplo), y hacen daño al prójimo.
"¿Es tu cabello real?", es una pregunta que las mujeres negras tienen que escuchar con mucha más frecuencia de lo que les gustaría.
“Parece vello púbico”
Tocar el cabello de un niño o no digamos de una mujer adulta es una invasión del espacio personal, entre otras cosas, pero parece ser irresistible para algunas personas blancas, como escribe Hlonipha Mokoena, profesora del Wits Institute para la investigación social y económica.
“’Parece vello púbico’ fue uno de los primeros insultos que recibí por mi pelo. Me lo dijo una estudiante de mi colegio que me tocaba el pelo y les repetía esa misma frase a todos los demás, hasta que llegó un punto en el que tuve que amenazarla físicamente para que dejara de tocármelo y compararlo con su pubis”, escribe.
“Este es uno de los primeros dilemas a los que nos enfrentamos las personas negras: ¿debería dejar que la gente me tocara el pelo? Si es así, ¿n qué circunstancias? La pregunta ‘¿puedo tocarlo?’ se convierte en uno de los momentos sociales más incómodos y puede llegar a romper relaciones incluso antes de que empiecen. Esta fascinación por la textura del pelo de los negros (por favor, no lo llamen “étnico”) no es nada nueva ya que, en las sociedades esclavistas, algunas mujeres blancas les cortaban el pelo a sus esclavas porque, decían, ‘confundía a los hombres blancos’”.
Las microintervenciones
Las microagresiones pueden necesitar de microintervenciones para poner sobre la mesa la parte inconsciente del mensaje. En otras palabras, se trata de intervenir para hacer visible lo invisible, recalca Sue, para educar al que emite el mensaje sobre aquella parte de la que no es consciente.
Sue y otros expertos en la materia señalan que, más que centrarse en la intención de la microagresión, que no tiene por qué ser mala (y, además, es imposible de probar, ya que no podemos leer la mente de la otra persona) es importante centrarse en el impacto y el significado del gesto, que puede ser tremendamente doloroso para quien lo recibe.
Kevin Nadal, profesor de psicología y autor de varios libros sobre los efectos de las microagresiones, recuerda que es importante hacer frente a los gestos aparentemente pequeños y señala que “todos somos seres humanos y cometemos errores. No se trata necesariamente de que seas una mala persona si cometes una microagresión, sino más bien de que necesitas ser más consciente de tus prejuicios y el impacto que tienen en la gente. Necesitamos trabajar más en ello para crear una sociedad más armoniosa”.
"Pero tu nombre suena tan normal": microrracismo a la vista.
Consejos para evitar caer en microrracismos
Educarse es un primer paso: leer ensayos y artículos o ver documentales para comprender mejor las circunstancias de los grupos marginados y ponerse en su lugar, es fundamental, señala Nadal, que también recomienda paciencia ya que nadie va a cambiar su conducta de la noche a la mañana, y tampoco es posible entrar en todas las discusiones. “ Si eres una persona con privilegios y puedes luchar, entonces hazlo. Pero si eres una persona de un grupo históricamente marginado, tienes que estar saludable y mantenerte vivo para continuar esta lucha”, señala.
Helen Neville, profesora de psicología educacional en y estudios afroamericanos en la Universidad de Illinois, señala en este artículo que es importante diferenciar la gravedad de la microagresión para darle una respuesta. Además, hay que tener en cuenta la naturaleza de la relación entre la persona que emite la agresión y el que la recibe. ¿Es un extraño? ¿Es tu supervisor? Esto condiciona las opciones que puedes tener.
“Algo que puedes hacer es no responder en el momento. Vete a casa, reflexiona y después identifica maneras en las que te gustaría responder”, dice. Lo importante es no mantenerse en silencio, según esta experta, ya que esto "te puede comer por dentro".
"Me encantan los bebés negros. ¡Son tan adorables!".
Cómo se cuelan en el lenguaje
“Trabajar como un negro” o “trabajar como un chino”; “la oveja negra de la familia” (en referencia a la persona inadaptada o rara del clan familiar); “merienda de negros” (para señalar desorden y caos) o “cuento chino” (un relato con poca credibilidad) son algunos ejemplos de los microrracismos en el lenguaje muy comunes en países de habla hispana.
El que no haya pronunciado una expresión microrracista alguna vez que tire la primera piedra.