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Política

    Trump olvida sus ideas de campaña y anuncia más tropas para Afganistán

    Sin dar datos precisos sobre aumento de fuerzas, ni una cronología de retiro, el presidente delineó una política que promete alargar la guerra más larga de la historia de EEUU.
    21 Ago 2017 – 09:27 PM EDT
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    El presidente Donald Trump transitó la campaña de 2016 con un discurso antiintervencionista y aislacionista que parecía presagiar el fin de aventuras militares como la que empezó EEUU en Afganistán hace 16 años.

    Este lunes, rodeado de soldados vestidos en uniformes de camuflaje en Fort Myer, en Arlington, Virginia, el presidente trató de mantener esas promesas anunciando un cambio de estrategia en la nación asiática, pero sin ofrecer datos sobre número de tropas o recursos, y sin especificar tiempos, dejando sin avizorar un fin para la que es la guerra más larga en la que se han visto involucrados los estadounidienses.

    “Un pilar fundamental de nuestra nueva estrategia es un cambio de una aproximación temporal a una basada en condiciones. He dicho muchas veces cuán improductivo es para EEUU anunciar por adelantado las fechas en las que pretendemos empezar o terminar operaciones militares. No hablaremos de número de tropas o nuestros planes para actividades militares adicionales”, dijo el presidente.

    “Le pediremos a nuestros aliados de la OTAN y nuestros socios globales apoyar nuestra nueva estrategia, con tropas adicionales e incremento del financiamiento en línea con nosotros. Tenemos la confianza de que lo harán”.

    Lo que no quedó bien especificado en el discurso presidencial es cuáles son esas condiciones, además de que no está claro hasta qué punto el Congreso permitirá al Ejecutivo comprometer recursos materiales y humanos en una guerra para la que aparentemente no hay final a la vista.

    Trump ofreció tres puntos para fundamentar su política en Asia y el sureste asiático: primero, la búsqueda de un resultado durarero y razonable; segundo, evitar las consecuencias de una retirada rápida que, dijo, son predecibles e inaceptables, y tercero, el reconocimiento de que las amenazas de seguridad que se enfrentan en Afganistán son inmensas.

    “Mi instinto original era retirarnos, e históricamente me gusta seguir mis instintos, pero toda mi vida escuché que las decisiones son muy diferentes cuando te sientas tras el escritorio de la Oficina Oval. Así que estudié Afganistán en gran detalle desde cada ángulo” dijo Trump, quien aseguró compartir con el pueblo estadounidense la frustración de asistir a "una guerra que no se gana".

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    Discurso completo: Trump anuncia la estrategia de su gobierno en Afganistán


    Trump escogió el tema de las operaciones militares en Afganistán para su primera comparecencia a la nación en horario estelar desde que llegó a la Casa Blanca hace siete meses.

    El mandatario empezó su disertación hablando sobre los sacrificios que han hecho los uniformados desde la fundación del país y se refirió a cómo su labor iba más allá de razas, color y credo para trabajar juntos por la nación, en lo que se interpreta como una referencia a la polémica sobre la ambigua respuesta que dio a la violencia racista que estalló en Charlettosville, Virginia dos semanas atrás.

    “Cuando abres tú corazón al patriotismo no hay espacio para la intolerancia ni el odio”, dijo Trump, quien no se refirió directamente a los incidentes protaagonizados por supremacistas blancos y grupos nazis, pero repitiendo el mismo mensaje de conciliación que los principales jefes militares habían dado al evento y a la polémica posterior alimentada por las palabras del presidente.

    Cambio de opinión

    El fin de semana Trump estuvo reunido con sus asesores militares en la residencia vacacional de Camp David, dándole toques finales a la estrategia para Afganistán, una tarea que muchos habían destacado que el presidente no terminaba de asumir, en parte por ese debate entre Bannon y figuras claves de su gabinete de seguridad.

    Aunque en realidad se mantiene un esfuerzo de guerra que empezó en 2001 en tiempos de George W. Bush y que profundizó Barack Obama, se trata de un importante ajuste en el pensamiento de Trump, quien siempre expresó su escepticismo respecto a los esfuerzos realizados por los gobiernos anteriores de seguir empeñados en mantener las operaciones en Afganistán, las que consideró en algún momento "fútiles".

    De hecho, el mandatario se permitió una crítica a lo que hizo Obama al ordenar el retiro de tropas de Irak en 2011, y aseguró que generó el vacío para la insurgencia del grupo extremista autodenominado Estado Islámico.

    El grupo de los “aislacionistas” que encabezaba el recién despedido estratega jefe presidencial Steve Bannon, ha sido muy critico con el que Washington siga inmerso en costosas aventuras militares exteriores bajo la doctrina de la construcción de naciones.

    "No estamos construyendo naciones de nuevo, estamos matando terroristas", el mensaje en Twitter de la portavoz presidencial Sarah Sanders que resume el cambio de filosofía anterrorista del presidente.

    Pero el presidente se ve derrotado por la presión de la realidad en el terreno que, según los principales responsables del Pentágono, desaconseja reducir las fuerzas estadounidenses para impedir que grupos como el talibán recuperen espacios y puedan desestabilizar al gobierno de Kabul.

    Sin embargo, Trump se ratificó en la idea expresada durante la campaña, y promovida por Bannon, de que Washington no debe ser un policía moral que acuda en la ayuda de Estados fallidos y que se involucre en conflictos extranjeros con el argumento moral de la defensa y promoción de la democracia.

    No usaremos más el poderío militar de EEUU para edificar democracias en tierras lejanas, o para reconstruir otros países a nuestra imagen. Esos días ahora se han acabo. En cambio, trabajaremos con los socios y aliados para proteger nuestros intereses compartidos.

    “No le pedimos a otros cambiar su manera de vivir, pero que persigan el objetivo común de permitir a nuestros niños vivir mejores vidas. Este realismo principista guiará nuestras decisiones en lo adelante”

    Este abandono, al menos retórico, de la política de promoción de la democracia que ha sido central para Washington desde hace varias décadas, puede no tener un buen recibimiento en el Congreso no solo porque abandona algo que buena parte de la clase politica estadounidense considera un deber moral con la humanidad, sino porque desdibuja la razón de esta y futuras intervenciones militares.

    Cuando el presidente habla de "condiciones" y asegura que la misión de los uniformados es "matar terroristas" elimina uno de los argumentos que suele emplearse para justificar intervenciones en otros países.

    La continuación de la presencia estadounidense en Afganistán es también una manera de influir en la vecina Pakistán, país al que Washington lleva años pidiendo que controle los focos del Talibán que existen en su territorio y que, según los analistas militares, reciben apoyo de tribus locales y de algunos factores dentro del gobierno pakistaní.

    Antes y ahora

    En enero de 2013, Trump criticó en un mensaje de Twitter la estrategia de Obama de “seguir gastando dinero” en vez de decidir un “rápido retiro” de una guerra que consideraba que nunca debió haberse iniciado.

    Sin embargo, el ahora presidente había reconocido cuando era precandidato republicano en una entrevista con CNN en octubre de 2015 que dejaría tropas en Afganistán “a regañadientes” porque la situación en ese país era tan caótica que cualquier reducción de fuerzas generaría un colapso regional.

    Barack Obama quiso poner fin a la guerra en Irak, por la que tanto criticó al gobierno de George W. Bush, e invertir esfuerzos en Afganistán, la guerra que el anterior presidente consideraba que era justo pelear para reducir la amenaza del terrorismo fundamentalista representado por Al Qaeda.

    Aunque Obama concebía el aumento de las operaciones en Afganistán con una fecha fija de terminación, no pudo cumplir con el plan de retirar las tropas estadounidenses, como se había planteado al inicio de su mandato y por el contrario dejó a su sucesor la responsabilidad de definir la ruta a seguir.

    ¿Y la opinión pública?

    La ciudadanía no parece respaldar la continuación de la presencia en Afganistán, a juzgar por los sondeos de opinión.

    Una encuesta de Politico/Morning Consult indica que solo un 20% de los estadounidenses considera que la guerra se está ganando (aunque los principales líderes militares reconocen que está "estancada") Pero más notable es el hecho de que un 40% no tenga opinión sobre el tema, lo que parece indicar que se trata de un asunto ajeno y lejano para muchos.

    En noviembre de 2016, el 57% de los distritos afganos estaban bajo control del gobierno de Kabul, una reducción del 15% respecto al año anterior, de acuerdo con un informe presentado al Congreso por el Inspector Especial para la Reconstrucción de Afganistán.

    En la actualidad hay unos 8,400 soldados estadounidenses destacados en Afganistán, la mayor parte del contingente de 13,000 tropas internacionales que respaldan y dan asesoría a las fuerzas de seguridad locales.

    Aunque desde 2014, los estadounidenses no participan en operaciones de combate abiertas, unos 2,000 de esos soldados llevan a cabo misiones especiales junto a militares afganos contra militantes de grupos extremistas como el autodenominado Estado Islámico.

    La Casa Blanca deberá buscar maneras de garantizar que el gobierno afgano haga un mejor trabajo en el control de la seguridad y en las mejoras de la istración de estado, así como el compromiso de que los socios de la OTAN participen en el esfuerzo por la estabilización regional.

    La clave del éxito de Trump para vender esta nueva estrategia a la opinión pública y no perder demasiados apoyos entre quienes compraron su original discurso aislacionista sería presentarla como un compromiso limitado, que no implica un regreso a operaciones militares abiertas que pongan en riesgo vidas de soldados estadounidenses, y que sirve para la lucha contra el terrorismo.

    Sin embargo, el presidente ha hecho justo lo contrario, dejando un escenario abierto, sin límites de recursos a usar ni fecha de caducidad para la guerra más larga de la historia estadounidense.

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