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La guerra civil republicana

“El mayor peligro en la democracia no son los candidatos mediocres, narcisistas o irresponsables, sino la gente dispuesta a encumbrarlos y revestirlos de legitimidad y poder”.
Opinión
Miembro de la unidad política de Univision Noticias
2016-05-10T12:06:24-04:00
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Sarah Palin anuncia su apoyo a Trump en Iowa, en enero de 2016 Crédito: Aaron P. Bernstein/Getty Images

Ahora que ha estallado la guerra civil republicana, pudiera ser un momento de grandes definiciones para el partido y sus líderes. Les permitirá entender con claridad meridiana que sus peores adversarios no son los demócratas, como creían, sino los extremistas del propio GOP que con sus actitudes e ideas radicales y excluyentes han creado un electorado capaz de escoger como candidato presidencial a una figura impresentable e imprevisible como Donald Trump. Lo que demuestra por enésima vez que el mayor peligro en la democracia no son los candidatos mediocres, narcisistas o irresponsables, como el magnate neoyorquino de los bienes raíces, sino la gente dispuesta a encumbrarlos y revestirlos de legitimidad y poder. Votantes así no se improvisan de la noche a la mañana. Son el resultado acumulativo de largos años de demagogia, desinformación sectaria y apelaciones insensatas a sus más bajas pasiones por parte de quienes se suponía fueran sus guías cívicos y políticos.


Para el Partido Republicano ya es demasiado tarde para las meras lamentaciones. La división interna es muy profunda. Su principal líder en la jerarquía de gobierno, Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes, dice que aún no puede apoyar al virtual nominado del partido. Los dos exmandatarios Bush también rehúsan respaldarle. Y lo mismo sucede con varios aspirantes recientes como Lindsey Graham, Bobbie Jindal y Carly Fiorina. La probable candidata demócrata, Hillary Clinton, basa su primer comercial contra Trump en las severas críticas que le han hecho republicanos como Mitt Romney, Marco Rubio y Ted Cruz. Estas figuras prominentes del partido califican al empresario de “estafador”, “farsante”, “ignorante”, “abusador” y “la persona más vulgar que ha aspirado a la presidencia”. Bush remata el anuncio con un lapidario “(Trump) necesita terapia”.

El país vive una de las contiendas presidenciales más caóticas de su historia. Nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde nos dirigimos en lo político. Pero el estallido de la guerra civil ofrece una oportunidad excepcional a los líderes republicanos para rectificar el rumbo de su partido. Pudieran hacerlo replanteando con claridad los principios fundamentales del conservadurismo que encarna el GOP y por qué creen que esos principios son los mejores para la nación. Pudieran hacerlo también trazando una nueva estrategia para la reconquista del poder ejecutivo que trascienda las apelaciones a los peores instintos e inseguridades de los norteamericanos y se afinque en un análisis realista del presente y una visión optimista del futuro del país que no excluya ni satanice a los inmigrantes —ni siquiera a los indocumentados— a las minorías étnicas o a quienes parecen diferentes por motivos de preferencia sexual.

Se entiende que un cambio de rumbo no le resulte fácil al liderazgo del GOP. Es sin duda agudo el dilema que encara entre apoyar o desautorizar a quien será el representante del partido en la elección general gracias al voto de quienes conforman la base partidista, la misma base que también elige a otros republicanos. Si repudian abiertamente a Trump, los funcionarios electos se arriesgan a confrontar la ira de votantes en sus distritos. También alientan las aspiraciones de la candidata del rival Partido Demócrata. Pero a la larga estos riesgos resultarán menos graves que el de ceder las riendas y etiqueta del Partido Republicano a Trump y a los imprudentes que lo apoyan pasando por alto su chabacanería, matonismo e incultura política, como han hecho el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie y la excandidata a la vicepresidencia Sarah Palin, entre otros.

Además de comportarse como un charlatán, Trump ha demostrado ser un republicano apócrifo. Se enroló en el GOP como pudo haberse enrolado en el Partido Demócrata si hubiera creído que esa era su mejor opción para engatusar a los votantes. De ahí que a menudo se contradiga en sus posiciones políticas. Un día se opone a aumentar el salario mínimo y otro está a favor. En el pasado aplaudía los tratados de libre comercio, pero ahora los repudia. Alguna vez celebró la intervención armada en Irak, pero hoy la fustiga. A veces se proclama pro-israelí y otras veces neutral en el conflicto entre israelíes y palestinos. Ha sido partidario y a la vez opositor de la idea de permitir que Japón y Corea del Sur desarrollen armamentos nucleares. Sus abundantes contradicciones denotan su superficialidad y falta de convicciones políticas. Y dan motivos adicionales para que los líderes del republicanismo lo rechacen como su candidato a la Casa Blanca en noviembre.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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