‘El Chapo’ y Trump: Túneles y muros en la política mexicana

El pasado 19 de enero, justo en la antesala de la toma del posesión del hoy presidente Donald Trump, el gobierno mexicano extraditó a Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, en medio de la mayor cantidad de especulaciones que se puedan imaginar.
En paralelo el presidente Trump firmó el pasado 24 de enero dos órdenes ejecutivas, una de ellas ordenando la construcción del muro. El aviso se hizo justo cuando los emisarios del gobierno mexicano se encontraban volando hacia Washington para sostener reuniones de alto nivel con representantes del gobierno de Trump en lo que se entendía como un presunto intento de acercamiento o negociación.
Si bien el 31 de enero estaba planeada una reunión de trabajo entre los presidentes Trump y Peña, las dudas del día anterior quedaron enterradas el día 26 a golpe twitter, cuando el inquilino de la Casa Blanca aclaró que si Peña Nieto no venía a coordinar el pago del muro, mejor no viniera. ¿Así o más claro de cómo será ahora la nueva relación con el “vecino”?
Lo mediático y lo siniestro
Cuando Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán fue extraditado el último día del gobierno de Barack Obama, se levantaron rápidamente dos corrientes de opinión: la de aquellos que pensaban que Peña Nieto quería dar un último regalo a Obama y no dejar que el trofeo se lo llevara el recién llegado a la Casa Blanca, y la de quienes, por el contrario, vieron una especie de ofrenda al multimillonario, acaso para ablandar sus juicios y amenazas contra México.
La historia de ‘El Chapo’ es digna de un serial televisivo: fue detenido por primera vez en 1993 y se escapó ocho años después, en 2001. Detenido de nuevo en febrero de 2014, se volvió a escapar en julio 2015, usando un kilométrico túnel construido con la complicidad de las autoridades. La fuga desató un debate tragicómico entre quienes pensaban que habría que deportarlo a Estados Unidos, porque se podría escapar nuevamente, y el discurso oficial que reivindicaba la seguridad de las cárceles mexicanas. Hasta que sucedió.
En la deportación del pasado 20 de enero hay algo que el gobierno mexicano sí hizo bien: el extremo sigilo con el que manejó la información. De hecho, los abogados de ‘El Chapo’ se enteraron cuando el avión ya iba a Nueva York, en donde el capo tendrá que responder a decenas de demandas en la unión americana.
Fugas y excesos, ‘El Chapo’ mostró la fragilidad de la sociedad, las instituciones y la justicia, así como las limitaciones de algo que algunos politólogos no dudan en llamar “estado fallido”. Pero más allá de lo glamoroso y mediático –como la famosa “entrevista” hecha por Sean Penn al capo, con la intermediación de la actriz Kate del Castillo–, no hay que olvidar quién es el personaje. La periodista Anabel Hernández en su emblemático texto Los señores del Narco (2010) nos muestra a Guzmán como una especie de demonio con capacidad de convertir en ceniza, corrupción o muerte todo lo que ve y toca.
Los muros
Trump ha resultado ser un “pedagogo” involuntario para la política interior y exterior mexicana. El jueves 26 de enero, tras un reclamo unánime de dignidad por parte de la opinión pública mexicana, Peña Nieto confirmó que no asistirá a la reunión planeada para el día 31, por las discrepancias en torno al tema del muro.
En realidad, el muro ha devenido en una sustanciosa metáfora sobre las divisiones externas e internas y los miedos e inseguridades de la política (interior y exterior) mexicana ante las inflamadas declaraciones de Trump. El famoso “muro” evidencia, además, otras dolorosas “divisiones”, como la de la corrupción, que hizo funcional a las élites y a la política mexicana que figuras como la de ‘El Chapo’ pudieran hacer túneles.
Cabe también observar el “muro” de las desigualdades, la económica en primer lugar, que explica la permanente migración mexicana a Estados Unidos; el “muro” de la inequidad en un país donde quien nace pobre muy probablemente morirá en ese estado. Y también hay un “muro” que históricamente ha incomunicado a gobernantes de gobernados, a políticos dispendiosos de poblaciones con malos servicios públicos de salud, educación básica deficiente, salarios raquíticos, transporte público muy malo, infraestructura, etc.
El gran “muro” de la retórica de Trump recuerda también los temores y las históricas diferencias entre Estados Unidos y México, con momentos álgidos como la guerra de mediados del siglo XIX y la anexión a Estados Unidos de casi la mitad del territorio mexicano. En suma México y Estados Unidos han sido en apariencia socios muy cercanos, pero y sobre todo, como lo decían Alan Riding y Jorge Castañeda, “vecinos distantes”.
Lo más peligroso del “muro” no es lo que divide, sino lo que recuerda, lo que permite entrever: ahí donde reverberan tensiones no resueltas. Por ejemplo, la doble moral en el discurso político estadounidense con respecto a las drogas: condena al país productor, pero no dice nada (o muy poco) del consumo interno. O bien ese discurso ambivalente hacia los inmigrantes que los reconoce y menosprecia al mismo tiempo. Es ese “muro” (los psicólogos hablan de bloqueos internos) explotado por la literatura y descrito en complejos y laberintos de un país que ira al mismo tiempo que desconfía y rechaza a Estados Unidos.
Muchos en México se envalentonan y piden firmeza por parte del decaído Peña Nieto. Trump permite visibilizar esta dinámica en la opinión pública, y ahora la discusión ya no es si las cárceles pueden detener a ‘El Chapo’ o no, sino si la economía mexicana podría ser capaz de mantenerse con sus propios medios, recursos y relaciones con otros países distintos al que ha sido –en un 75%– el punto de equilibrio en la economía del país.
En toda esta polémica emerge de una u otra forma el recordatorio de la dignidad, el nacionalismo oportunista de la clase política, la inseguridad de las fuerzas productivas, y la opinocracia que lleva casi una semana sin otro tema que Trump, Trump, Trump. ¿Podrá el país derrumbar sus propios “muros” internos?, ¿reconocer que más allá de los recursos subrepticios de la corrupción se tiene a sí mismo como país, o nación?, ¿o pasará que al retornar los dreamers deportados, estos no tendrán otro sueño que pensar en como regresar a Estados Unidos?
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.