¡Cuidado con los corruptos!, están a la vuelta de la esquina

La corrupción no es un mal exclusivo de los siglos XX o XXI. No es exclusiva de quienes gobiernan pero sí generalmente de quienes ostentan el poder. Digo esto porque los corruptos están en todos los rincones: en gobiernos nacionales, estatales y municipales; en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Pero también en la empresa privada, en los centros donde se educan nuestros hijos, en la iglesia donde oramos, en el gimnasio donde entrenamos, en el hospital donde nos curan, los corruptos están a la vuelta de la esquina. En algunos casos hasta dentro de los propios hogares.
Lo que sucede es que los corruptos más notables son aquellos a quienes generalmente la prensa ubica, investiga, y denuncia. Alguien me decía que el país más corrupto del mundo es Estados Unidos donde la corrupción empieza con casos comprobados de muchos de sus congresistas, funcionarios y políticos. Recordemos acusaciones como la de quien fuera encargado de recaudar fondos para los republicanos en el Congreso, Vern Buchanan y la compra de silencios. La de Jesse Jackson Jr. y la compra de un escaño en el Senado, después de 17 años en el Congreso. La del exlíder de la mayoría republicana en el Congreso, Tom DeLay. En fin, la lista se va volviendo interminable en la medida en que miramos hacia el pasado. Y tan sólo estoy mencionando políticos. Si seguimos los avisos publicitarios de la actual campaña política, observamos las enormes denuncias de casos de corrupción que los políticos se hacen entre sí.
Pero esta semana, según evaluación en el Indice Global de Competitividad, elaborado por el Foro Económico Mundial a 138 países, se concluye que hoy en día la nación más corrupta del mundo es Venezuela (posición 138), seguida por Bolivia (137), y que dentro de los 35 países más corruptos del planeta hay 14 latinoamericanos: Brasil (135), Paraguay (133), República Dominicana (131), Argentina (128), Nicaragua (127), México (126), Colombia (125), El Salvador (121), Guatemala (115), Ecuador (112), Perú (104), Honduras (103). Es realmente doloroso, espantoso.
El país latinoamericano con menor índice de corrupción es Uruguay (24). Estados Unidos ocupa la posición 33. Para elaborar el estudio se hicieron entrevistas a 15.000 líderes de negocios del mundo. Irónicamente en casi todos existen entidades, creadas por los mismos gobiernos, para combatir la corrupción. Pero sus creadores son generalmente corruptos.
Nicolás Maduro, un exconductor de autobús convertido en presidente del que fuera uno de los países más prósperos de nuestro continente, es la cabeza máxima del país más corrupto del planeta según la lista.
¿Cómo combatir este flagelo que cada vez corrompe más a nuestras sociedades? No he sabido de alguien que haya encontrado la fórmula mágica. El actual fiscal general de Colombia, Néstor Humberto Martínez, sugirió deportarlos, tras comentar que “la corrupción está deteriorando la democracia local y afecta la credibilidad del ciudadano en las instituciones”.
¿Deportarlos? ¿Deportar a quienes derrochan, roban, abusan de los bienes de una comunidad? No creo que por ahí sea la cosa. No es solución ni en Colombia ni en ninguna parte. Pero es válido reforzar los entes investigativos en todos los frentes, imponer mayor cantidad y más fuertes medidas de control; reforzar el marco penal en delitos asociados a la corrupción como: tráfico de influencias, prevaricato (ó prevaricación), cohecho, fraude, en fin.
La mejor campaña contra la corrupción está en una educación en la honradez. Y eso viene del hogar. Una encuesta realizada en España hace 3 años encontró que el 42% de los jóvenes entre 16 y 24 años justifica la evasión de impuestos. Eso es quizás porque en sus hogares no les inculcaron honradez. Y me pregunto, para terminar: ¿Individuos como Donald Trump, quien pertenece a la lista de los corruptos que buscan fórmulas para no pagar impuestos, están dando un buen ejemplo en contra de la corrupción? Un corrupto no puede enseñar a sus hijos otra cosa que la vía de la corrupción. Estamos perdidos.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.