El planeta nos necesita para gestionar y mantener la integridad de los bosques tropicales

En pleno verano, justo antes de que empezara la temporada de incendios forestales, un hombre llegó a la aldea indígena de Vaupés, ubicada en la Amazonía colombiana, para hablar sobre los “mercados de carbono”. Era evidente que se trataba de un vendedor que estaba prometiendo un flujo constante de dinero si los líderes de la comunidad local sencillamente firmaban el pedazo de papel que se les estaba presentando.
En la comunidad, que es de donde soy, los hombres consideraron la oferta en sentido literal y aceptaron el trato. Al hacerlo, ignoraron las objeciones de muchas mujeres de la comunidad. Intentamos destacar que ya habíamos visto esto antes: la misma presentación, las mismas promesas y hasta el propio vendedor se parecía a los demás.
Los verdaderos derechos de las comunidades no formaron parte de la conversación. Nuestros derechos a la tierra, a los árboles, al carbono que contienen nuestros bosques, todo esto nunca se ha definido ni tampoco se ha fortalecido mediante la legislación nacional. En lugar de ello, se le ha dado vueltas al concepto de “derechos al carbono” durante ya más de una década, pero se han observado muy pocos avances.
Los indígenas somos casi invisibles
En la COP26, la conferencia de la ONU sobre el clima, tuvimos gran visibilidad y se celebró nuestro papel como guardianes de los bosques. Pero en el acuerdo final que se adoptó en el cierre de la conferencia, el cual definirá el mercado de carbono global, somos casi invisibles; nuestros derechos son débiles y los proyectos del mercado de carbono que involucran a nuestros bosques podrían avanzar sin nuestro consentimiento.
Soy una mujer indígena de la etnia uitoto en la selva tropical amazónica de departamento del Amazonas. Tenemos una perspectiva que define la tierra y el territorio de forma diferente a la definición que aplican las sociedades más industrializadas. Consideramos que los árboles, los ríos y hasta las piedras forman parte de nuestras tierras y no son fragmentos separados que se pueden extraer o desprender.
La idea de los derechos al carbono, de que uno puede controlar cómo disponer del carbono que contiene un árbol, es un elemento completamente ajeno a nuestra perspectiva. Si el control sobre los árboles individuales no se puede eliminar del control de la tierra en la que estos han echado raíces, entonces la disposición del carbono de los bosques también debe guardar relación con la tierra.
Los derechos al carbono son un componente clave de los regímenes de compensación de carbono y de su comercio, algo que, actualmente, muchos consideran dentro de los círculos internacionales que es la solución primordial para el cambio climático. Los bosques tropicales son especialmente útiles para capturar carbono y evitar que caliente más el planeta. Estos mercados ofrecen el argumento económico para mantener intactos los bosques tropicales, lo cual resulta muy útil. Según una investigación reciente, hemos perdido el 18% de los bosques originales de la Amazonía y un 17% adicional ya se encuentra degradado. No podemos seguir perdiéndolos.
Por otra parte, existe un argumento más sólido para reconocer todos los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales y los pueblos afrodescendientes. Según una investigación que realizó la Iniciativa para los Derechos y Recursos, las tierras tradicionales que estos pueblos han mantenido, custodiado y gestionado responsablemente abarcan casi la mitad de la superficie de la Tierra (fuera de la Antártida). Aun así, estos pueblos tienen derechos formales únicamente en el 10% de estas áreas. Y observamos pocos beneficios provenientes del comercio del mercado de carbono que incluye nuestras tierras.
Desafortunadamente, los gobiernos todavía no han reconocidolegalmente a la mayoría de estas comunidades y aun en aquellos casos en los que se han reconocido sus derechos de propiedad, sus derechos al carbono y las reducciones de emisiones comerciables continúan siendo inciertos y son vulnerables a las distintas interpretaciones. Esto sucede a pesar de que las tasas de deforestación en nuestras tierras son más bajas que en aquellas que gestionan otros actores. Además, los contratos relativos a los derechos al carbono establecen la resolución de controversias en tribunales de arbitraje internacional, los cuales casi nunca son accesibles en el caso de las comunidades de los bosques tropicales.
En una reciente encuesta que abarcó 31 países con bosques tropicales - que representan la mayor parte de las oportunidades relativas a la compensación de carbono - solo tres de estos reconocen de forma explícita los derechos al carbono en las tierras que pertenecen o han sido designadas para las comunidades, mientras que otros tres países vinculan los derechos al carbono con varios tipos de propiedad de la tierra y los bosques. En todos los 31 países, tal como sucede en casi todas las demás partes, en el mejor de los casos, el cumplimiento de cualquier tipo de derecho de los pueblos indígenas o de las comunidades ha sido poco congruente.
En 2007, otra empresa visitó las comunidades del Resguardo Indígena del Vaupés para proponer un acuerdo sobre el comercio de carbono. Firmamos el contrato o la carta de entendimiento con ellos, a lo cual las comunidades denominaron “ventas de oxígeno”. Todas las semanas, después de haber suscrito el acuerdo, los líderes comunitarios remaban en el río hasta llegar a la pista de aterrizaje de los aviones para recibir el dinero acordado, pero nunca obtuvieron nada. Esto dio origen a muchos conflictos en la comunidad y muchos no pudieron comprender lo que se había cedido y por qué los contratos no se habían cumplido. Solo después de grandes dificultades y muchos viajes a la capital se logró anular el contrato.
Lugres olvidados por el gobierno colombiano
Por ello, cuando este último oferente se apareció y nuestra comunidad debatió cómo debía responder, uno de los líderes masculinos afirmó que teníamos que considerar la oferta porque estamos solos. Nuestros territorios, ubicados en medio de la selva tropical, son lugares olvidados por el gobierno colombiano. Siempre que alguien llega con algún tipo de recurso, no tenemos muchas alternativas y por eso la comunidad los acepta con los brazos abiertos. Como pueden ver, esta es una experiencia que se repite una y otra vez.
En septiembre, el Congreso Mundial de la Conservación adoptó una propuesta de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) para conservar el 80% de la Amazonía para el año 2025. La resolución insta a los gobiernos a restaurar al menos la mitad de los bosques degradados en la Amazonía para 2025 y a trabajar con los pueblos indígenas para reconocer plenamente sus derechos de propiedad y a la tierra.
Las resoluciones que han recibido respaldo en reuniones anteriores han representado la base de diversos tratados y convenciones de las Naciones Unidas. Aunque estos tratadosaumentan la presión internacional para que se apoye a nuestras comunidades, últimamente no garantizan que los gobiernos, que nos ignoran y nos difaman, cambien de actitud.
Hay tanta incertidumbre en torno a la Amazonía y las comunidades que consideran que estos bosques son su hogar. El derecho claro e indiscutible a nuestra tierra, lo que incluye el carbono que el territorio y los árboles contienen, puede ofrecer la base económica para la forma en que gestionaremos lo que sea que el futuro nos tiene reservado. El resto del planeta simplemente nos necesita para seguir realizando lo que hemos venido haciendo: gestionar los bosques tropicales y mantenerlos de forma íntegra. Ya es tiempo de que los intereses industrializados dejen sus planes a un lado y que reconozcan nuestros derechos.
Fany Kuiru Castro es abogada y Coordinadora de Mujer, Niñez Y Familia en la Organización de los Pueblos Indigenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC). Es líder de la comunidad indígena uitoto del Amazonas Clan Jitomagaro (Gente del Sol).