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Cine días de AMLO: la “montaña rusa” y el discurso político de la “Cuarta Transformación”

“Momentos que incluyen emociones fuertes seguidos de momentos de incertidumbre; profundo gozo por los cambios en la comunicación política, seguido de pánico porlas decisiones que se van tomando”.
Opinión
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
2019-03-12T12:35:24-04:00
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Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. Crédito: AP Photo/Daniel Ochoa de Olza

En los últimos días todos los medios mexicanos han estado realizando balances y análisis sobre los primeros 100 días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Cien días parece poco para hacer cualquier tipo de balance, pero gusta a las agendas mediáticas y a esa legión de comentaristas de distinto cuño, conocidos como “comentócratas”, que hacen juicios sumarios e integrales sobre el actual presidente y sus acciones.

Una de las características de estos 100 días son sin duda los altibajos, las tensiones, que no facilitan del todo hacer un juicio sumario sobre si efectivamente estamos ante la autodenominada “Cuarta Transformación” (4T) en el actual gobierno, en alusión a lo que el discurso histórico del actual presidente considera será –­su gobierno– una etapa “fundacional” como lo fueron las transformaciones históricas y políticas precedentes: la lucha de independencia de España (1810-1821); las leyes de Reforma que fundan de alguna manera el estado republicado moderno (1867), y la lucha social implicada en la revolución mexicana (1910-1921).

La analista política Denisse Dresser ha usado la metáfora de la “Montaña Rusa”: momentos que incluyen emociones fuertes seguidos de momentos de incertidumbre; profundo gozo por los cambios en la comunicación política, seguido de pánico por el tipo de decisiones que se van tomando. En todo ello el gobierno se mueve a gran velocidad –como la “montaña rusa”–: todos los días hay una propuesta, una declaración que sirve para hacer algún tipo de comentario. Pero con frecuencia resulta difícil definir y distinguir lo democrático de lo ocurrente, la gran medida de lo que será la posibilidad de su aplicación efectiva. Por ello coincidimos con quienes dicen que hasta el momento la autollamada 4T es en realidad un viaje intenso al mundo de los sentimientos encontrados, donde por momentos se pueden avizorar grandes cambios, pero donde aparecen luego claros motivos para el desaliento.

López Obrador ha sido un “mago” hasta el momento y cuenta con una popularidad nunca antes vista, pero que puede explicarse e incluso comprenderse. AMLO ha modificado algunas inercias del viejo régimen –como la distancia abismal entre gobernantes y gobernados–, y los códigos propios de la comunicación política, que son centrales para entender su popularidad y aceptación. Como nunca antes el Estado mexicano ha pedido perdón por errores del pasado, y ha intentado paliar las ausencias y abusos del estado que se radicalizaron sobre todo en la pasada istración. Hemos visto también imágenes impensables como la de la secretaria de Gobernación marchando el pasado 8 de marzo junto a las manifestantes. Todo ello es sin duda motivo de una gran celebración y es lo más gozoso de esa “montaña rusa”.

Pero luego vienen los problemas, y por desgracia son muchos. Las presiones al tribunal electoral para que se devuelva el registro a un partido ultra conservador como “Encuentro Social”, con el que AMLO se alió como parte de su estrategia de vincularse con cualquiera, sin importar su historia, su tradición, sus contradicciones del pasado, con tal de sumar puntos para llegar a la presidencia.

Fuera del tema político quizá de las contradicciones más evidentes entre el “deber ser” de cualquier república y las prácticas del actual gobierno, y en particular del “estilo personal de gobernar” de AMLO, que arbitrariamente lanza a “consulta” algunos temas –lo que generalmente gusta, porque a la población le gusta ser consultada–, pero con “otros”, discrecionalmente, no lo hace. Esta modalidad de comunicación es utilizada “a modo”, y cae en algunos casos en el ostracismo, como cuando recientemente dijo que algunos derechos sociales de la mujer, ¡los sometería a consulta!

AMLO es en realidad camaleónico, adaptativo, pero por ello es poco consistente en lo referente a sus “enemigos” principales, “los corruptos”, la “mafia del poder”.

Y los empresarios. ¿Cómo entender los elogios desmedidos a Ricardo Salinas y su grupo Azteca, llegando al extremo de definir la suya como una empresa con compromiso social, cuando es conocida su labor de rapiña contra cuenta-habientes de bajos recursos a quienes cobra tasas altísimas; ahora su banco va ser uno de los encargados de recibir los apoyos sociales que va entregar el gobierno directamente a algunos beneficiarios.

Uno podría pensar que un político de “izquierda” (término muy difícil de definir hoy en día) tendría ciertos aliados naturales que en el discurso de AMLO se convierten en nuevos enemigos, como es el caso de las organizaciones de la sociedad civil a las que ataca y critica de favoritismo.

Y entramos aquí a uno de los temas centrales y más problemáticos en la comunicación política. ¿Qué sugeriríamos al ejecutivo federal? Ser más cuidadoso, articular más, matizar más, tener más cuidado y respeto por la palabra, hablar menos y focalizar más para contener las paradojas de una comunicación política que va de momentos grandilocuentes y elogiables a otros profundamente autoritarios y muy poco republicanos. Hay una muy desigual capacidad de gestión, poca claridad en las prioridades, eso sí, con símbolos y modos que ojalá puedan articularse con una gestión que refleje estos ideales comunicativos.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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