Agarrarse a Trumpadas

El discurso pendenciero y bravucón de Donald, que tanto éxito mediático y de votos le dio en las primarias de su partido, amenaza ahora con sepultar sus aspiraciones presidenciales. La semana pasada fue desastrosa para él y lo desbarrancó en la intención de votos. Si las elecciones fueran mañana pasaría a ser un perdedor, quizá la peor palabra de su diccionario de supuesto hombre exitoso. La debacle empezó con una frase más de las que, con cinismo, ha ido profiriendo para asegurarnos que él encarna lo peor de Estados Unidos.
Meterse con la familia musulmana de un soldado condecorado con la estrella dorada –Humayun Khan– resultó fatal. “Donald Trump no ha sacrificado nada”, terminó la respuesta a la diatriba por parte de la familia contrita por el dolor. Aun así él no calló: “Yo también he realizado muchos sacrificios”. Ayer lunes cincuenta prominentes del Partido Republicano –muchos de ellos oficiales en los gobiernos de Richard Nixon y George W. Bush– lo han declarado nuevamente poco apto para ser presidente del país, además de una amenaza para la seguridad. La caída, pronostico, apenas empieza. Hay voces que apuntan a una posible salida honrosa con Trump dejando la campaña y con Pence como candidato presidencial. No lo creo. Hay otras voces que piensan, más bien, que en los siguientes meses veremos abrirse aún más la brecha electoral: algunas encuestadoras ya dan como vencedora en Georgia, Carolina del Norte y Arizona a Clinton, entre los estados péndulo. Trump, más bien, seguirá diciendo que la elección ha sido amañada y que el sistema corrupto de Washington se ha agrupado en su contra. Incitará a la violencia. No lo veremos salir en silencio, aprovechará el momento para montar un gran y último reality show.
Por ahora lo tenemos intentando enderezar la barca en Detroit, con su aparente plan económico. Iniciar en el cinturón de la herrumbre ( Rust Belt) criticando la política de Obama no es tampoco muy acertado porque en esa ciudad este presidente es quien ha rescatado a dos de los tres grandes, como se llama a las ensambladoras de autos. ¿Qué ofrece? Bajar los impuestos de los ricos (del 35% al 15% a las sociedades como las suyas); desmantelar las regulaciones federales; no subir el salario mínimo. El discurso se ancla en el americanismo contra el globalismo y por ello insiste en aranceles a los productos extranjeros. Su oferta de crear deducciones fiscales para la educación preescolar no sirve para convertirlo en el salvador de las clases obreras en las que centra su discurso económico. ¿Cómo realmente devolverá los empleos a los que han sido olvidados y tienen menos? No hay nada en su plataforma que realmente asegure esa inyección, como no sean recetas demagógicas y frases hechas. Aunque dijera que: “Los coches americanos volverán a viajar por las carreteras, los aviones americanos conectarán nuestras ciudades y los barcos americanos patrullarán los mares”, solo ofreció la misma retórica hueca que con su barco haciendo agua muchos no están dispuestos a aceptar.
En The Guardian entrevistaron a quien hizo su perfil para el New Yorker, Mark Singer. Meses de investigación lo llevaron a escribir una pieza que hoy debiera publicarse de nuevo porque lo retrata en todo su narcisismo, crueldad y falta de empatía. Aún más, Singer piensa que su ego está construido de tal forma que no tolera ninguna forma de descuerdo y que por ello no hará caso a sus asesores o a la gente dentro de su partido que le pide que se calle y que siga un guión. Singer piensa –como también el doctor George Simon– que Donald Trump tiene una enfermedad mental: desorden narcisista de la personalidad. Se necesita solo tener cinco de los doce aspectos que marcan su etiología, pero Trump posee los doce, entre ellos la falta de empatía y su sentido grandioso de autoimportancia. Explicar un fenómeno como el de Trump solo psicológicamente, sin embargo, nos haría olvidar que es un fenómeno político, que hay millones de estadounidenses en la pobreza, el abandono y la crisis y que ninguno de los partidos políticos ha respondido a sus demandas. Se han hecho ya comparaciones impecables: el mismo tipo demográfico que votó en Inglaterra al Brexit es quien sigue a Trump en lo que yo sigo insistiendo en llama USAEXIT. Las consecuencias serían nefastas aquí, mucho más que en Inglaterra.
Agarrarse a Trumpadas, amenazar al otro, incitar al odio y a la violencia xenófoba y religiosa solo puede servirle a un bully por un rato. Más temprano que tarde su propio comportamiento lo expone del todo. ¿Sobrevivirá a los debates o los evitará tanto como pueda? Quien crea a estas alturas que Trump puede moderarse o arreglarse está equivocado. Como dice Singer, la gente como él, es incurable. ¿Estaremos ya dispuestos a curarnos del mal que significa la importancia equívoca que esta extraña primaria le ha dado? Las encuestas me permiten un ánimo más optimista que hace unas semanas. Sin embargo, faltan casi tres meses para las elecciones. Ojalá el 8 de noviembre no nos despertemos con la noticia de que la enfermedad Trump es una epidemia nacional para la que cualquier cura resultará terriblemente costosa.
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