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Y aunque paradójicamente el plan se presenta como de protección de migrantes, según testimonios de los afectados e informes de organizaciones y abogados que trabajan en la frontera, muchos han sido víctimas de secuestros, violaciones y asaltos en territorio mexicano.
A Matamoros han sido devueltas unas 14,000 personas bajo ese programa, le dijo a Univision Noticias Enrique Maciel Cervantes, titular del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes en esa ciudad. Y mientras que muchos de ellos han decidido regresar a sus países de origen, irse a otras partes de México o rentar apartamentos en esa misma ciudad, unos 1,400 viven en el campamento improvisado al lado del puente, donde duermen en tiendas de campaña donadas.
El gobierno de México ha tratado de trasladar a los solicitantes de asilo a un albergue para evitar que estén expuestos a las bajas temperaturas que puede alcanzar esa zona de México en invierno, pero no ha tenido éxito. La mayoría no quiere moverse de los terrenos aledaños al puente porque ahí les llega ayuda humanitaria de organizaciones estadounidenses y abogados que cruzan cada día la frontera y porque, con la policía y el ejército cerca cuidando el paso fronterizo, se sienten más seguros.
Precisamente la inseguridad fue lo que motivó a Damián, un padre de 36 años, a enviar a su hijo de 10 por el puente la semana pasada para que se reencuentre con su mamá y su hermana pequeña, que migraron hace cuatro años a Houston para huir de la violencia en Honduras.
Él asegura que se fue de su país después de que trataran de reclutar a su hijo para vender droga en el colegio, algo a lo que él se negó. En represalia, denuncia que fue víctima de un ataque a tiros y, aunque consiguió salir ileso, decidió migrar.
En el camino, Damián dice que ambos fueron asaltados y secuestrados en México y que a él lo torturaron hasta que la mamá del niño pagó una extorsión de $5,000, un relato similar al que se repite en las historias de muchos migrantes.
Pero las autoridades migratorias de EEUU lo devolvieron al país vecino y en Matamoros el hondureño dice que también fue víctima de un asalto cuando fue a retirar un dinero que le habían enviado unos amigos y de un nuevo intento de secuestro a su hijo cuando estaban en el campamento.
El temor a que le pasara algo al pequeño hizo que Damián tomara la decisión de enviar a su hijo a EEUU después de que el juez denegara su solicitud de asilo: "Yo estoy a la deriva porque yo en mi país no tengo nada. Mi mamá está muerta, mi papá está muerto y mis dos hijos están en EEUU", lamenta. "Y no tuve otra opción que mandar a mi hijo por el puente. Por lo menos que se salve él".
El último recuerdo que el padre tiene del niño de 10 años es cuando, después de dejarlo en la entrada del puente, fue corriendo a la orilla del Río Bravo para ver a lo lejos cómo su hijo avanzaba hacia EEUU. Desde entonces, no ha vuelto a hablar con él, pero no duda que ha tomado la mejor decisión. Ahora, dice, su hijo "está en un lugar más seguro y más cómodo".
Según la istración para Niños y Familias (ACF), el departamento que se encarga de los menores no acompañados antes de entregarlos a sus patrocinadores en EEUU, para que ese proceso se pueda llevar a cabo las autoridades estadounidenses hacen un chequeo de antecedentes criminales y una revisión para identificar posibles riesgos o preocupaciones de seguridad en las personas a las que van a dar a los niños.
El tiempo de espera medio de ese proceso estaba a finales de agosto en 50 días, según datos que la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR, por sus siglas en inglés) entregó al Congreso.
De los migrantes entrevistados por Univision Noticias que habían enviado a sus hijos en las últimas semanas, ninguno había sido entregado a sus patrocinadores en EEUU y solo una de ellas (Alexandra) había conseguido comunicarse con los niños directamente.
Una trabajadora social se puso en o con ella y le dijo que sus pequeños de 5 y 6 años ya estaban en Chicago, donde viven sus cuñados, aunque los niños seguían bajo custodia del gobierno. Ella pudo hablar con el mayor, quien le dijo que le compraron ropa para el frío, le pusieron vacunas y que estaba emocionado de estar yendo a clase.
"Mi gorda (la niña de 5 años) me parte el alma porque me dice que no quiere hablar conmigo hasta que no estemos juntas y mi hijo sí y me dice: 'No te preocupes que ella está bien'. Pero es bien duro", afirma.
Mientras esperan novedades de sus hijos, Alexandra y Carolina pasan largos ratos en el campamento juntas esperando recibir la noticia de que ya los entregaron a sus familiares y pensando qué hacer para volverse a juntar con ellos algún día.
"Yo voy a intentarlo de nuevo, voy a luchar por estar con él", dice Carolina. "Quisimos hacerlo bien... Es cierto que rompimos una ley cruzándonos el río (para entrar en EEUU) y pedimos disculpas por eso, pero queremos un mejor futuro para nuestros hijos, somos madres solteras y por eso nos vinimos".
Ambas madres coinciden en que, desde que se fueron sus hijos, están "incompletas".
"Todo padre que le preguntes te va a decir lo mismo: que el corazón queda vacío, sin nada", coincide Damián. "Él era todo para mí, tuve que hacerlo porque no tuve otra opción, no pude hacer nada y, tal vez ellos (las autoridades estadounidenses) no entienden eso, tener que separarse de lo que más quiere uno por salvarlo".