Este atleta ciego ganó medallas y viajó por el mundo, hoy vive en las calles de Florida
El venezolano Óscar David Herrera participó en la final de salto triple para hombres ciegos en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. Quedó en el séptimo lugar de la competencia. De aquel momento de gloria, registrado en una foto de la agencia Getty, el atleta paralímpico pasó a vivir en las calles de una ciudad de Florida.
Herrera fue un destacado deportista que recorrió el mundo representando a Venezuela. Visitó Italia, Francia, Inglaterra, México, Brasil, Chile, Nueva Zelanda, Perú y otros países en su carrera deportiva, que se inició en 2006 ganando una medalla de bronce en un campeonato mundial en Holanda. Varios otros galardones llenaron su anaquel hasta su retiro de las pistas en 2015.
Su filosofía era “el deporte es vida” y su gran ídolo era el legendario corredor Usain Bolt, según su ficha informativa en la página de internet del Comité Paralímpico Internacional.
De esa época quedan los recuerdos y el espíritu competitivo que este hombre de 46 años usa ahora para sobrevivir la situación de desamparo que padece en Fort Lauderdale, en el sur de Florida, a causa de un giro inesperado del destino.
Herera llevaba tres meses sin un hogar, comiendo de la caridad de las iglesias y durmiendo en el aeropuerto de Fort Lauderdale, ciudad ubicada al norte de Miami.
Desde el 1 de febrero un amigo le consiguió un espacio en una finca que alberga a personas con problemas de adicciones. Sabe, sin embargo, que es temporal.
“La gente me ha ayudado en la calle. Es muy solidaria, me daba de comer. Yo no pedía dinero, pero la gente sí me ofrecía ayuda voluntariamente. En las iglesias ayudan mucho. Pero lo difícil no es la comida, que nunca me faltó, sino la vivienda”, dice Óscar en una entrevista con Univision Noticias.
¿Por qué un atleta invidente terminó desamparado en un país estranjero?
Esta es su dramática historia: Herrera trabajaba impartiendo clases en un taller de educación laboral para personas invidentes y débiles visuales en Valencia. “Yo vivía bien”, dice.
Sin embargo, la situación se fue precarizando en su país por la hiperinflación, la falta de alimentos y medicinas, y la crisis política. A medida que su sueldo encogía, las actividades del régimen de Nicolás Maduro para “controlar” a la población se volvieron insoportables, asegura. Su relato coincide con el de tantos otros exiliados venezolanos.
“Tuve que rematar mis bienes: televisores, la nevera, todo eso que tenía yo para comprar el boleto (de avión) para salir”, describe.
El viaje a Florida
Un amigo que vivía en Fort Lauderdale le envió dinero para completar un pasaje aéreo de 900 dólares y le ofreció su casa.
Lo más cerca que pudo llegar de su domicilio fue Cancún, el destino turístico en la Riviera Maya, en México. El exatleta cuenta que aterrizó el 12 de junio de 2021 con 300 dólares en el bolsillo y continuó solo su camino en autobús hacia el norte. Hizo escala en la Ciudad de México, Monterey y finalmente la ciudad fronteriza de Matamoros, en Tamaulipas.
Tocó la puerta de la Casa del Migrante el 14 de ese mes. Tres días después el gobierno de Estados Unidos le dio una visa humanitaria que le permitió ingresar legalmente al país, según su testimonio.
Siguió su recorrido en bus hasta Florida, donde lo esperaba su conocido. Hasta ese momento todo iba como lo había planeado. Hasta que la persona que lo acogió enfermó de cáncer y se fue con un familiar a Nueva York para recibir tratamiento.
“Fue algo inesperado. Mi amigo me dejó en un refugio. Pero por mi condición de discapacidad la manager (a) me dijo que no me podía quedar ahí, entonces quedé homeless”, contó. “Nunca pensé que me esa manager me dejaría afuera”, lamenta.
Eso pasó hace tres meses. Un invidente sin hogar, que no habla inglés, ni conoce el lugar en el que está sería una presa fácil para cualquier maleante.
Pero Herrera dice que encontró guardianes casi de inmediato. “La gente en la calle me cuidaba, los homeless que conocía me protegían. Aquí las personas tienen mucha consideración con las personas con discapacidad y no he tenido ningún incidente, gracias a Dios”, dice.
En Venezuela, Herrera aprendió el sistema Braille y a ser independiente. El atletismo paralímpico le dio más herramientas para valerse por sí mismo, le permitió conocer muchos lugares con sus otros sentidos y en su mejor época económica viajó solo al extranjero.
Este es un video de una de sus competencias en salto triple para hombres ciegos en 2013.
Él no nació invidente, eso fue resultado de un ataque con ácido para robarlo en Caracas cuando tenía 22 años. Se lo rociaron en los ojos para inmovilizarlo. “Me desmayé y desperté en un hospital”, contó. Poco lograron los cirujanos para devolverle la vista.
Jamás imaginó que todo eso le ayudaría a salir adelante en Florida. Allí aprendió rápido a usar el transporte público, un sistema abismalmente mejor para las personas con capacidades distintas en comparación con su natal Venezuela. También encontró una red de refugios donde le daban comida, ropa y la oportunidad de bañarse. Todo lo aprovechó.
“Mucha gente se asombraba de lo que yo hacía para poder sobrevivir en la calle. Pero soy una persona que, ante las dificultades, trata de salir adelante y ese es mi objetivo aquí en Estados Unidos”.
Sus noches en el aeropuerto
Jalando una maleta donde tenía algo de ropa, una chamara, una manta y algunas pertenencias, Herrera se movía de albergue en albergue para alimentarse y darse una ducha. Las tardes solía pasarlas en una biblioteca pública y cuando comenzaba a oscurecer se dirigía al aeropuerto de Fort Lauderdale. Se confundía con viajeros que pasaban la noche esperando sus vuelos. Por eso no lo corrieron.
“Una persona que conocí en la calle y que me dio cobijo dos noches me dijo que el aeropuerto era un sitio más seguro para mí porque hay policías y hay pasajeros que pernoctan ahí”, afirma.
Compañía no le ha faltado: indigentes de Cuba, Perú y República Dominicana han estado a su lado. Un amigo abrió en su nombre una cuenta de GoFundMe (cuya autenticidad ha validado la página) para recibir donaciones. Este viernes ese fondo había recibido poco más de 1,300 dólares, de los 7,000 que se solicitan.
A pesar de las dificultades, Óscar no quiere regresar a Venezuela por el momento y ha conseguido un abogado pro bono que le ayudará en su proceso de solicitud de asilo.
“Estaba en una situación difícil, pero no pensé volver a Venezuela porque aquí, por lo menos, consigo comida, medicinas, ropa. En Venezuela hay una situación muy caótica, es difícil conseguir comida y medicinas, te puedes morir por cualquier enfermedad”, advierte.
El sueño de este inmigrante es parecido al de muchos otros que llegaron a Estados Unidos. “Siempre he sido una persona luchadora. Yo quiero tener mis papeles para trabajar y ser útil para este país”, dice.
Sigue añorando a su tierra, en la que espera estar cuando las condiciones mejoren. “En un futuro, si Venezuela regresa a la democracia, sí me gustaría volver. Pero primero hay que democratizar al país”.