Gobierno: Katrina dejó miles de muertos
Es la primera vez que un funcionario del gobierno federal ite esa cifra públicamente.
Leavitt, entrevistado por CNN, dijo que no podía facilitar un número exacto de muertes, pero al preguntársele si asciende a miles, respondió: "Creo que es evidente que asciende a miles".
"Me resulta claro que se trata de una circunstancia horriblemente difícil y profundamente trágica", dijo Leavitt.
El alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, dijo que era muy posible que millares hubieran fallecido, en base a la población de la ciudad -500 mil habitantes- al porcentaje de quienes la abandonaron antes de la llegada del huracán y a la cifra evacuada de los refugios.
"Por lo tanto, hay posiblemente otros 50 mil ó 60 mil aquí", declaró Nagin. El alcalde se preguntó luego "¿Un cinco por ciento (de muertos entre quienes quedaron en Nueva Orleans) resulta poco razonable? ¿Y un diez por ciento? ¿Y un veinte por ciento? Va a ser una cifra grande", añadió.
Horas antes, el secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, declaró el domingo que el gobierno federal ya tiene pleno control de Nueva Orleans, días después de que la ciudad degenerara en el caos y la anarquía debido a los estragos del huracán Katrina.
Chertoff, en declaraciones al canal de televisión Fox, se negó a dar un estimado de las muertes a causa del ciclón, pero reconoció que una cantidad indeterminada de cadáveres yacen en hogares, flotando en las aguas y en las instalaciones usadas como refugios.
"Tenemos que preparar al país para la tarea que nos espera... vamos a hallar gente que murió cuando se refugiaban en sus casas, que quedó atrapada por las aguas. Será algo aterrador", dijo el funcionario.
El gobierno federal ha sido duramente criticado por la lenta e ineficaz respuesta ante la crisis. Varios días pasaron antes que alimentos y agua llegaran a millares de personas que se refugiaron en el estadio Superdome, en el centro de convenciones, y en carreteras.
Nagin, dijo a la emisora de televisión NBC que la situación había sido "una tragedia, una desgracia".
Chertoff aseguró que las autoridades se hallaban en el sitio para lidiar con la crisis: "Estamos en control de lo que está ocurriendo en la ciudad", dijo, aunque advirtió que deberán enfrentarse grandes desafíos.
"Estamos en medio de una emergencia", dijo a la emisora de cable CNN. "Este no es un momento en que podamos dar un suspiro de alivio".
Destacando la preocupación del gobierno del presidente George W. Bush por la situación, tanto Chertoff, como el secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld y la secretaria de Estado Condoleezza Rice viajaban a la región. Rice debía hacer una gira por Mobile, en Alabama, su estado de origen.
Chertoff defendió la labor de Michael Brown, director de la FEMA (siglas en inglés de la Agencia Federal de istración de Situaciones de Emergencia), y se negó a discutir si el gobierno había actuado con rapidez y energía para enfrentar la catástrofe.
El funcionario desechó sugerencias de que el envío de soldados de la Guardia Nacional a Irak había reducido la cifra de personal disponible para responder a la crisis.
"Creo que si analizamos lo pasado, veremos que gran cantidad de cosas funcionaron bien, y otras cosas no funcionaron muy bien", señaló.
Tras el rescate de los últimos damnificados del estadio Superdome y del centro de convenciones, Nueva Orleans dedicó el domingo su atención a recolectar y contar los muertos en medio de un horrendo panorama de desolación.
Nadie sabe cuántas personas murieron tras el paso del huracán Katrina y cuántas más sucumbieron mientras aguardaban a ser rescatadas. Pero había cadáveres por todas partes: en áticos, flotando en las calles de la arruinada ciudad, recostados en sillas de ruedas, abandonados en las carreteras.
Reiterando un pronóstico formulado la semana pasada por el alcalde Nagin, la gobernadora de Luisiana Kathleen Blanco dijo el sábado que teme que la cifra de muertos sea de varios millares.
Y Craig Vanderwagen, vicealmirante del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, dijo que en una sola morgue, en la prisión Saint Gabriel, se esperaba la llegada de entre mil y 2 mil cadáveres.
Además de las muertes de civiles, las agencias de servicios de emergencia de Nueva Orleans debieron lidiar con algunos suicidios en sus filas, dijo Nagin.
"Algunos bomberos y algunos agentes de policía quedaron muy traumatizados", dijo el alcalde. "Y hemos tenido ya un par de suicidios".
El domingo en la mañana, el cadáver de una mujer yacía en la esquina entre la Avenida Jackson y la Calle Magazine, una zona comercial de esta ciudad. El cadáver estuvo allí al menos desde el miércoles.
A medida que pasaban los días, transeúntes cubrieron el cuerpo con mantas o plástico.
El domingo, se había erigido una corta muralla de ladrillos alrededor del cadáver, para sujetar una lona impermeabilizada. Sobre la lona alguien pintó una cruz y las palabras, "Aquí yace Vera. Dios nos ampare".
Fuera del centro de convenciones, el domingo, mientras continuaba la evacuación, el teniente de navío Andy Steczo estaba vendando el tobillo de Pedro Martínez, de 56 años, y curando lesiones en sus nudillos y en su antebrazo.
Martínez dijo que resultó herido cuando ayudaba a personas a subir a lanchas de rescate. "No tengo remedio alguno, y eso me duele. Estoy contento de irme de aquí", dijo.
Steczo, quien vino con otras personas del Hospital Naval de Jacksonville, estuvo entre paramédicos que revisaban a evacuados antes de que abandonaran la ciudad.
Entre las personas que trató había algunas con heridas de bala y otras acuchilladas. Algunas sufrían de infecciones, otras de deshidratación, o de afecciones tales como diabetes.
Charles Womack, un albañil de 30 años, dijo que vio cómo un hombre era asesinado a golpes y cómo otro se suicidó en el Superdome. Womack fue agredido con un tubo de hierro, y tratado de las heridas en el aeropuerto, donde varios cadáveres habían sido instalados en un camión refrigerado.
"Un tipo saltó de un balcón. Vi cuando lo hacía. El estaba hablando con una mujer. El dijo que eso le recordaba a la guerra, y que no podría salir", declaró.
Tres bebés murieron en el centro de convenciones debido al calor, dijo Mark Kyle, empleado de un grupo de asistencia médica.
Pero algunos signos de progreso eran evidentes. Los últimos 300 refugiados en el Superdome fueron evacuados el sábado en la noche, en tanto de la Guardia Nacional de Texas lanzaban ovaciones. Los guardias habían estado vigilando las instalaciones durante casi una semana, mientras 20 mil sobrevivientes aguardaban a ser rescatados.
Con casco y munido de un hacha, el bombero encargado de encontrar víctimas del huracán Katrina dibuja con pulverizador flúo una gran cruz sobre la puerta de una casa en Mississipi, una lúgubre manera de indicar que allí no hay nadie con vida.
Es una tarea morbosa, pero necesaria en este Estado devastado por el ciclón, donde la tragedia dejó al menos 125 muertos contados oficialmente, aunque las autoridades estiman que el balance puede llegar a cientos.
En la costa de Mississipi, los socorristas avanzan, lentamente, de casa destruida a edificio que amenaza con desmoronarse, inmersos en un trabajo de hormiga en búsqueda de sobrevivientes.
"Nuestra prioridad es la vida. A medida que pasan los días, las chances disminuyen, pero la esperanza se mantiene", explicó el sábado John Fish, portavoz de los bomberos y guardias forestales de Florida enviados a Mississipi.
El último superviviente fue rescatado el jueves, cuando los socorristas encontraron un hombre corpulento atascado en un barco de pesca de camarones. El viernes en cambio, sólo encontraron tres cadáveres.
Unos 240 bomberos de Utah, Indiana y Florida, muy conocedora del impacto de huracanes, reforzados por policías de Nueva York, llegaron el martes para rastrear miles de viviendas en esta zona de la costa donde vivían unas 200 mil personas.
Los socorristas esperaban haber rastreado la larga península de Biloxi, la más afectada por Katrina, para el fin de la semana.
Las aguas se retiraron pero dejaron montañas de escombros, que hacen más lenta la operación de salvamento. A veces no hay ni puerta ni casa y las grúas deben intervenir.
"Es difícil porque hay muchos escombros", dijo Chris Jones, portavoz de la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Salvaje de Florida. "Es frustrante porque uno sabe que debajo de los escombros posiblemente haya algo, pero cuesta llegar".
El peligro está siempre latente: escapes de gas, cables eléctricos, agua contaminada.
El sábado, los socorristas de Florida exploraron un complejo de apartamentos frente al mar, en Biloxi, asolado y vacío tras el huracán.
"¿Ustedes son los tipos que marcan las puertas?", preguntó un residente sentado afuera, en el piso.
La docena de socorristas, equipados con cascos, linternas y mochilas, parece un grupo de alpinistas mientras examina el edificio antes de comenzar la búsqueda de personas. Cada uno tiene su especialidad.
El ingeniero estima la solidez del edificio. Después interviene el experto en escapes de gas. Al final, solamente los socorristas avanzan, con cámaras infrarrojas, perros y equipos para escuchar.
Además de derribar puertas, recogen información de los vecinos. Cuando no encuentran nada, marcan las casas con una "X".
Uno de los habitantes del complejo, Patrick Walsh, está contento con el despliegue. "Comenzábamos a sentirnos solos", comentó este jubilado del ejército.
Encontrar un cadáver trae otro problema: ¿dónde se los ubica si las morgues están destruidas?
"En algunos lugares no hay sitio para ponerlos", explicó Jones. Los bomberos deben entonces contentarse con registrar su hallazgo y dejarlo abandonado.
Poco a poco, también se organiza este aspecto de las operaciones de socorro. La agencia federal para situaciones urgentes (Federal Emergency Management Agency, FEMA) acaba de enviar a un equipo encargado de evacuar los cuerpos, indicó Fish.
La FEMA también creó el viernes en Biloxi un centro para registrar personas desaparecidas. En pocas horas, al menos fueron reportadas 15 desapariciones.
Mobile, la gran ciudad del sur de Alabama, emerge lentamente y con dolor del desastre de Katrina, fuente de innumerables preocupaciones.
Ubicada al fondo de una bahía sobre el Golfo de México, la ciudad portuaria no sufrió tantas pérdidas humanas como sus vecinas, pero su infraestructura se encuentra en parte destruida.
Cerca de una semana después de la llegada del huracán, sus cerca de 200 mil habitantes viven todavía con toque de queda, sin electricidad en muchos casos y con algunos barrios devastados.
En el centro histórico, que no fue destruido, Deborah Deguire, gerenta de la tienda "A&M Peanuts" expresa un sentimiento ambiguo, mezcla de alivio y de preocupación por el futuro.
"Faltan dos meses para que termine la temporada de huracanes. ¡Tengo tanto miedo de que recomience y estoy tan triste por Nueva Orleans!", dice.
Deguire logró salvar su stock de chocolate presionando al máximo la refrigeración antes de la tormenta. "Estaba segura que lo iba a encontrar fundido", dice, todavía aturdida.
Pero fuera, en las calles bordeadas por edificios centenarios, no hay un alma. "Con la escasez de gasolina, la gente no se mueve", afirma.
"Primero el ciclón, ahora la gasolina", suspira Rod Ladd, en su poderosa 4X4 atrapada en una fila de espera. "El precio de la gasolina es muy alto. Luego del ciclón, nos quedamos sin dinero", agrega este desocupado.
Su acompañante, Gavin Jackson, se alarma: "Pienso que esto va a empeorar, los precios aumentarán más", afirma. "Tres dólares por galón (3.8 litros), es ridículo", dice este vendedor de teléfonos.
En otra estación, el personal deja entrar solamente cinco clientes a la vez, para evitar una invasión.
Los tumultos se forman en la periferia de Mobile donde comenzaron a reabrir algunos restaurarntes, desbordados por la afluencia de residentes a la caza de un plato caliente.
"Esperan en la puerta", declara el gerente de Steak'n'Shake, Rod van Orman, agregando que "todo el mundo está estresado, la gente pierde la calma, con el problema de la gasolina y los precios que suben".
Algunos McDonald's limitan el menú a las comidas más rápidas, para afrontar la demanda y funcionar con un personal reducido.
En este entorno es difícil encontrar nuevamente la alegría de vivir de la ciudad de viejos robles y azaleas, fundada a comienzo del siglo XVIII por los ses.
Pero Virginia y Leon Wildberger, de 80 y 90 años, no quieren perder la calma.
Su hogar se lo llevó la corriente hacia la bahía. "Tengo experiencia en ciclones, pero este fue horrible", ite Virginia.
Sin embargo, esta pareja de joyeros, que perdió su casa cinco veces, prevé construir una sexta. "En el mismo lugar", insiste enérgicamente la anciana, que planea negociar desde el martes con su agente de seguros.
Su nombre evoca los conmovedores gemidos de la trompeta de Louis Armstrong y el encanto del barrio francés, el famoso carnaval Mardi Gras y el sabor de la comida Cajun, pero la mística de Nueva Orleans, la capital del jazz de Estados Unidos, corre riesgo de ser historia después del azote del huracán Katrina.
El lunes, el paso del ciclón por Louisiana provocó un fuerte oleaje que abrió una brecha en los diques de la ciudad, edificada 60 centímetros por debajo del nivel del mar, y cambió el misterioso atractivo de la cultura Creole por la fetidez de la muerte y la destrucción.
"Nueva Orleans (...) es inmortal", dijo el autor Cleanth Brooks en 1977. Entonces, la crisis actual que atraviesa la ciudad hubiera parecido la más alocada de las ficciones.
Apodada Big Easy y conocida por sus calles empedradas y sus casas adornadas con elegantes rejas, Nueva Orleans es la cuna del jazz, una Meca del arte y la bohemia, sinónimo de autores como Tennessee Williams y Truman Capote, y referencia mundial por su festival Mardi Gras.
Hace sólo 10 días, turistas de todo el mundo abarrotaban las bulliciosas calles del barrio francés, para asistir a conciertos de jazz, tomar un trago en sus múltiples bares y visitar, cual peregrinos, la casa donde Williams escribió su clásica obra "Un tranvía llamado deseo".
El año pasado, Nueva Orleans -una ciudad con una población metropolitana de cerca de 1.4 millones de personas- convocó a 10 millones de visitantes. Ahora su industria turística enfrenta un futuro incierto.
Mientras se enciende el debate sobre la conveniencia o no de reconstruir la ciudad, después de una catástrofe de mató a miles y dejó a sus cadáveres flotando por las calles inundadas, dos políticos estadounidenses hicieron un vehemente llamado al presidente George W. Bush para salvar el legado de la bella urbe sureña.
"Es impensable que algunos en Washington hayan sugerido que la ciudad sea abandonada", escribieron el senador líder de la minoría demócrata, Harry Reid, y la senadora por Louisiana, Mary Landrieu.
"Exhortamos a usted a hablar fuertemente en contra de ese derrotismo y a aclararle a la gente de Nueva Orleans que nosotros nunca los abandonaremos ni a ellos ni a su extraordinaria ciudad", agregaron.
Bush prometió reconstruir Nueva Orleans, la ciudad sobre el pantano Bayou rodeada de históricas mansiones de plantaciones sas.
Pero no todo es diversión en este centro turístico sureño e importante puerto industrial. Según datos del censo, 67 por ciento de la población de Nueva Orleans es negra y 30 por ciento del total vive debajo de la línea de pobreza.
Las tensiones raciales explotaron tras la inundación de la ciudad, entre acusaciones de que el gobierno federal abandonó a su propia suerte a los habitantes de la ciudad porque la mayoría eran negros y pobres.
Fundada en la ribera del Río Mississipi en 1718 por colonos ses, Nueva Orleans se convirtió en la capital de Louisiana en 1722, hasta que Napoleón Bonaparte vendió el estado al flamante gobierno estadounidense.
Pero la Nueva Orleans estadounidense conservó celosamente hasta hoy su barrio francés, atravesado por su famosa Bourbon Street, donde hasta hace poco los turistas probaban el popular cocktail de ron y granadina, irónicamente llamado "Huracán", y los célebres bocados fritos beignets" (buñuelos).
El jazz, que nació entrr los barrios negros pobres de la ciudad, ayudó a transformar el aletargado pueblo en ícono cultural, y la hizo famosa en todo el mundo por la trompeta de Armstrong y los acordes del pianista Jelly Roll Morton, cuyos espíritus perviven hasta ahora en recintos como el club de jazz Preservation Hall.
La versión cinematográfica de "Un tranvía llamado deseo", protagonizada por Marlon Brando, contribuyó a hacer mundialmente conocidos los paisajes y sonidos de sus calles, incluyendo su colorido tranvía.
"La ciudad de Nueva Orleans es un tesoro nacional con atmósfera especial y cultura única que nunca podría ser reemplazada", escribieron Reid y Landrieu en su carta a Bush.
El Departamento de Seguridad Interior pasó los últimos cuatro años concentrado en enfrentar la posibilidad de un nuevo ataque terrorista y no estuvo preparado para responder de manera decisiva a la abrumadora devastación causada por el huracán Katrina, dijeron ex funcionarios y expertos.
La agencia, creada luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 continuaba, días después del paso del Katrina por la costa del Golfo de México, intentando coordinar esfuerzos de rescate y de asistencia humanitaria y comunicarse con funcionarios en el terreno.
La ineficaz respuesta hizo que muchos críticos se preguntaran si el departamento está en condiciones de enfrentar con eficacia las secuelas de un ataque terrorista.
"No puedo decir que estemos preparados", dijo el ex subsecretario del departamento de Seguridad Interior, almirante James Loy, quien abandonó su cargo a comienzos de este año.
Añadió que el tema era "una cuestión muy, pero muy legítima", y que la prioridad de la agencia federal había sido evitar y enfrentar un ataque terrorista.
La devastación causada por el Katrina se extiende en un área de 233 mil kilómetros cuadrados, una región potencialmente mucho más vasta que la que pueden alcanzar los terroristas, dijeron funcionarios del Departamento de Seguridad Interior.
"Creo que tenemos que planificar para ambas cosas" (ataques terroristas como desastres naturales), dijo el titular del departamento, Michael Chertoff. Indicó que el gran problema con el Katrina fue que a la catastrófica tormenta le siguió una igualmente devastadora ruptura de los diques de contención en Nueva Orleans, inundando la ciudad.
"Creo que el problema es que tuvimos dos eventos, para los cuales habíamos elaborado hipótesis para cada uno, pero que ocurrieron simultáneamente", dijo Chertoff el sábado. "Y creo que eso indica que en cierto nivel, pese a toda la planificación y a todos los recursos, si un evento verdaderamente catastrófico ocurre, si una catástrofe de magnitud ocurre, entonces habrá una secuela causante de mucho daño".
En enero, el Departamento de Seguridad Interior divulgó un plan nacional de respuesta combinando programas de asistencia a desastres de por lo menos 12 agencias para asegurar una rápida y eficaz ayuda a autoridades estatales y locales. También efectuó varios estudios de la vulnerabilidad de Nueva Orleans a los huracanes, y otros eventos que podrían haber empeorado su situación -Nueva Orleans es una ciudad por debajo del nivel del mar- y debilitado sus diques.
Aún así, la respuesta del departamento ante el desastre que trajo el Katrina falló en áreas tales como los sistemas de comunicaciones y el mantenimiento de la ley y el orden, dijo John Rollins, ex funcionario de inteligencia de la agencia.
"Dado que hubo tres días de aviso sobre el sitio en que podría llegar (el huracán) a tierra, y la proyección sobre el nivel de impacto, creo que deberíamos haber estado mejor preparados para la situación", señaló Rollins.