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América Latina

    Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017: "La migración no debe ser vista con temor, sobre todo en Estados Unidos"

    El escritor nicaragüense celebra con humildad el mayor galardón de la literatura en castellano y reflexiona sobre las preocupaciones que lo desvelan: la desigualdad y la falta de democracia en América Latina.
    17 Nov 2017 – 06:49 PM EST
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    El escritor y periodista Sergio Ramírez posa en su casa de Managua, frente a su biblioteca, tras recibir la noticia de que ganó el Premio Cervantes. Crédito: Jorge Torres / EFE

    MANAGUA, Nicaragua.- Sergio Ramírez pudo almorzar hasta la mitad de la tarde de este jueves. La cotidianidad de su día fue alterada con una noticia monumental: ha ganado el premio Miguel de Cervantes 2017, el más importante en lengua castellana. Por la mañana, el escritor atendió a un cardumen de periodistas que se arremolinaron en su casa para obtener la primera reacción del también expresidente de Nicaragua durante la Revolución Sandinista.

    El jurado decretó que el autor de ‘ Castigo Divino’ y ‘ Margarita, está linda a la mar' “auna en su obra la narración y la poesía y el rigor del observador y el actor, así como por reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el columnismo periodístico”.

    El Cervantes sitúa de forma definitiva a Ramírez en el pedestal de autores renombrados, como Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, entre otros. A sus 75 años, el escritor nicaragüense reacciona con júbilo al galardón, pero siempre fiel a su hablar pausado dice que “no lo ha buscado”.

    “Disfruto los premios pero no los busco, porque entonces se desvirtúa la escritura”, afirma Ramírez, un hombre alto, sereno y siempre con la palabra precisa a mano.

    Antes de iniciar la conversación, Ramírez aún seguía almorzando con sus familiares. Ha sido una jornada apretada. Lee y lee las interminables felicitaciones de escritores hispanoamericanos que llegan a su correo. Este escritor ha ganado el llamado “Nobel en español”.


    A la sombra del frondoso jardín de su vivienda, ubicada en el barrio Los Robles de Managua, recibe a Univisión Noticias para hablar sobre el premio, su obra, su paso por la política, y su visión como “cronista de América” ante la migración que busca Estados Unidos, que desde hace un año se ha topado con el presidente Donald Trump.

    —En años anteriores su nombre se barajaba para ganar el Cervantes. Ahora que lo ha ganado, ¿cómo se siente? ¿Cómo recibió la noticia?

    —Muy contento, en primer lugar. Un premio siempre llena de alegría, bajo mi filosofía de que no hay que desvelarse para ganarlo, porque entonces se desvirtúa la escritura si uno se vuelve un cazador de premios. Disfruto los premios pero no los busco. Con el Cervantes tenía competidores muy importantes, como el poeta Rafael Cadenas de Venezuela, a quien iro mucho. Entonces eso hace que la competencia sea más valiosa.

    —El jurado no solo destaca al Sergio Ramírez novelista; lo citan como un escritor integral: ensayista, que ha pasado por el periodismo y la poesía. ¿Cómo define su obra?

    —Exactamente como una obra múltiple. Hago cada cosa en el momento que la escritura me lo demanda. Soy, fundamentalmente, un narrador. Empecé a hacer cuentos desde adolescente; ejerzo el periodismo, escribo crónicas, escribo una columna bimensual, hago trabajos periodísticos cuando me los piden. Tengo que escribir ensayos, conferencias. Pero todo eso tiene un halo literario. Cuando me toca escribir un artículo lo corrijo como si fuera una pieza literaria. Por eso me entretengo tanto. Para mí todas son facetas de mi misma integridad literaria.

    —¿Qué es lo que cuenta la obra de Sergio Ramírez? ¿Cuáles son los temas que aborda como novelista, como periodista?

    —Como dice el jurado, transformar la realidad en obra de arte. Uno trabaja con el material que lo rodea. Para mí, lo más inmediato es la realidad de mi país, contemporánea, la historia; la gente que intuyo que conozco. Centroamérica, América Latina, son sociedades en conflicto. No hay novelas políticas per se. Uno no escribe sobre batallas, conflictos políticos. Uno escribe sobre la gente que se ve prensada en los conflictos, en la guerra; la gente que se va al exilio, familias que se dividen. Ese es el interés de la lectura.

    —Muchos destacan el compromiso cívico de su obra. ¿Acaso es viable la literatura sin compromiso?

    —Es viable. Hay excelentes escritores que no se ocupan del mundo que los rodea. Bajan la persiana y pueden escribir con la luz apagada. Yo no. Tengo una preocupación por el destino de país que me rodea y de América Latina. Me preocupan las desigualdades, la falta de democracia y eso lo reflejo en mis artículos periodísticos, en mis ensayos y, de alguna, manera en mi obra literaria. Pero una obra literaria no es para hacer denuncias, es para exponer situaciones y que el lector saque sus propias conclusiones.

    —El Cervantes es un premio muy importante. Hace unos días la poeta Claribel Alegría recibió el premio Reina Sofía, al igual que Ernesto Cardenal hace cinco años. Esos premios son los más relevantes en el habla española. ¿Cómo ve que el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo ignoren estas distinciones internacionales a intelectuales nicaragüenses como usted?

    —Ese es un asunto que corresponde a las decisiones del gobierno. No me gustaría contestarte eso, porque parecería que estoy reclamando algún tipo de distinción. Estoy lejos de eso.

    —Usted también ejerció el poder como vicepresidente de Nicaragua durante la Revolución Sandinista. ¿Cómo fue eso?

    —Fue una etapa que para mí se agotó. Hice una larga carrera política que me quitó tiempo de escribir. No se lo reprocho a nadie, ni a mí mismo. La Revolución enriqueció mi vida. Después que terminó el proceso revolucionario continué como diputado, después fundamos otro partido. Fuimos a unas elecciones en las que perdimos muy mal, y entonces sentí que mi tiempo en la política había terminado. En la escena política es el público quien escoge a los actores; si el público no quiere que estés en el escenario, nada tienes que estar haciendo en él. Lo que hice fue retomar mi carrera literaria. No improvisé una carrera literaria, volví a lo que era antes: un escritor. Yo no tomé esa vocación del político que está luchando por quedarse en el poder.

    —¿Cómo ve el panorama político actual de Nicaragua?

    —Veo muy deteriorada la situación política pero con esperanzas de que un día se va a enderezar el camino. Creo todo esto tendrá que resolverse a través de la lucha cívica o forzando que se abra. Para mí la violencia ha quedado desterrada. En Nicaragua hemos pagado una cuota de sangre muy alta en la historia reciente, de manera que no quisiera ver más violencia.

    —¿Los de su generación se imaginaron que una pareja iba a gobernar el país?

    —Como novelista puedo imaginarlo todo.


    —¿Cómo ve la migración en Centroamérica hacia Estados Unidos, donde ahora gobierna Donald Trump, quien le ha declarado la guerra a los migrantes?

    —Este es un conflicto que no solo afecta a Centroamérica. Afecta al mundo entero. El muro más cercano que tenemos es el de Trump pero hay muchísimos muros. El Mediterráneo en sí mismo es un muro. Hay muros levantados en los países de Europa Oriental como Turquía. Hay muros que impiden a la gente ir de un lado para otro. Los migrantes se han vuelto como marcianos. Nadie los quiere. Son gente extraña. Son las grandes desigualdades y las guerras las que provocan las migraciones. Nadie se quiere ir del lugar donde vive por su gusto. No es cierto tampoco que todos los musulmanes sean terroristas. Es una gran mentira que se ha establecido. Hay terroristas dentro de Estados Unidos, que se van a una escuela a ametrallar niños, que matan a decenas de personas. Eso es terrorismo puro, como el del Estado Islámico. Pero la migración en sí no debe ser vista con temores, sobre todo en países de inmigración como Estados Unidos.

    —¿Hasta dónde cree que pueda llegar Trump con esta política?

    —La gran esperanza en Estados Unidos es la fortaleza de sus instituciones. Los tribunales funcionan, los poderes institucionales funcionan y no cualquiera puede hacer lo que le dé la gana, aunque sea presidente de los Estados Unidos.

    —Volviendo a la literatura, ¿cuál cree que es el principal aporte que hace su obra a la literatura hispanoamericana?

    —Revelar. La literatura es una revelación. Sacar lo que está por dentro del escritor tiene que ver con la realidad que lo rodea. Hacer que alguien se entere y despierte sensibilidad con situaciones que no ha vivido, y las compare con las propias. Que puedan sacar algún tipo de conclusión. La literatura no es para adoctrinar a nadie ni convencer a nadie. No se puede escribir una novela en nombre de una ideología o de un partido, porque es un fracaso. Lo que tenemos que hacer los escritores es que el lector saque sus conclusiones.

    —Muchos celebran su premio y han dicho que la literatura es lo que más le ha dado a Nicaragua. ¿Está de acuerdo con eso?

    —Es el valor más cañero que tenemos en nuestro país: la cultura. No solo escritores sino cantantes, como Hernaldo Zúñiga y Luis Enrique, los hermanos Mejía Godoy. El fenómeno de la Revolución no se explica sin los Mejía Godoy. La cultura anónima, desde el más humilde artesano que fabrica una jícara labrada o una pieza de cerámica negra de Jinotega, o creadores individuales como yo que se encierran a hacer una novela. Todo eso hace al país, eso nos da una identidad. Eso es lo que somos y cómo lo expresamos.

    —¿Qué es Miguel de Cervantes para usted?

    —Cervantes es la armazón que sustenta lo que yo escribo. Vivo dentro de Cervantes, dentro del mundo cervantino, en el territorio de La Mancha. Cervantes es un maestro permanente y una referencia constante.

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