¿Quién fue Juanra Fernández? El gestor que cambió la cultura en el mítico Nuyorican Café
SAN JUAN, Florida.- En un rincón del Viejo San Juan, oculto en el callejón de la Calle San Francisco, vivió durante años un corazón palpitante de la cultura puertorriqueña alternativa. Ese espacio, el Nuyorican Café, fue mucho más que un lugar de espectáculos: fue un laboratorio vivo donde la música, el teatro, la poesía y la comunidad encontraron un hogar.
Su creador, Juanra Fernández, falleció esta semana, a los 56 años, dejando un vacío imposible de llenar.
La noticia la dio a conocer su esposa, Gwen Harvey, a través de redes sociales:
“Nuestro querido Juanra falleció apaciblemente ayer por la tarde en casa, con Marysol, Monte y yo a su lado. Sabemos que lleva años viviendo a tope y que se ha esforzado por ‘extraerle la médula a la vida’”.
Juanra Fernández fue un apasionado de la vida, un gestor cultural incansable, mentor de jóvenes talentos, amante de la poesía y la salsa, y un ferviente defensor de la justicia social. Con su compañera de vida, Harvey, fundó en 2001 el Nuyorican Café, un refugio urbano que vibró con la energía de artistas emergentes, figuras consagradas y soñadores de todos los rincones de Puerto Rico.
Durante más de 15 años, el café fue cuna de proyectos musicales como la Comborican Jam Band, y vitrina para artistas como Pirulo, Willito Otero y Kalani Trinidad. Fernández, más que un productor, fue un sembrador de futuro.
“Se dedicó a la búsqueda de talentos, al entrenamiento y mentoría de jóvenes a través de equipos como Temporal Azul, Red Bulls y otros”, recordó Harvey.
Incluso tras el cierre del café en 2017, precipitado por el huracán María, la energía del lugar —y de su creador— persistió. “El espacio físico se fue, pero la energía de lo que fue sigue en todos nosotros”, diría Juanra en una de sus últimas entrevistas.
Muerte de Juanra Fernández deja un vacío en el mundo cultural
Las reacciones ante su partida no tardaron en llegar. Su hijo Monte lo despidió con un tributo lleno de amor y iración:
“Durante los últimos cinco años, cada sonrisa, sesión de improvisación, cena de steak y discusión revolucionaria era como hacerle una peineta al cáncer que tanto se había esforzado por vencerlo”.
Por su parte, Willito Otero —uno de los tantos artistas que crecieron bajo el ala de Fernández— le dedicó un emotivo homenaje:
“El nombre de ‘Willito’ me lo puso JuanRa cuando me vio soneando por primera vez con El Comborican. Todo mi camino artístico comenzó ahí. Gracias, Juan”.
El músico Fofe Abreu compartió su sentir:
“Hermosura de recuerdos, momentos felices llenos de música y creatividad, sensibilidades mixtas y amor por Puerto Rico”.
Su hija, Marysol Fernández, resumió la huella profunda de su padre:
“Nuestro indestructible, con superpoderes para conmover e inspirar a cada persona que se vio atrapada en una de tus maravillosas aventuras... Nos mostraste, más de lo que nos dijiste, que el amor era nuestro poder más liberador”.
Juanra Fernández vivió y murió rodeado de arte, lucha, ternura y comunidad. Fue un hombre que creyó en el poder transformador del amor y lo hizo público, como escribió su poeta favorito Cornel West: “La justicia es lo que el amor se ve en público y la ternura es lo que el amor se ve en privado”.
Su muerte marca el fin de una era, pero su legado resiste: en cada joven que descubrió su voz en el Nuyorican Café, en cada canción que nació entre sus paredes, en cada acto de creación comunitaria que siga su ejemplo. Juanra Fernández no solo creó un espacio. Creó una forma de vivir.