Un paseo por los arrabales de Buenos Aires
Cada tanto cuando visito Buenos Aires y mis actividades laborales me dejan algún tiempo libre, me gusta pasear por sus calles y barrios, ya que esta cosmopolita ciudad encierra muchos espacios secretos increíblemente bellos y solo debemos adentrarnos en ella para encontrarlos.
Una de las zonas más visitadas por los turistas de todo el mundo es la de La Boca. Con su mirada al Riachuelo, cerca de donde hoy se erigen las fabulosas torres de Puerto Madero, este espacio vio nacer al Tango, a los Guapos y Malevos y a las “Chirusas” (como se les llamaba a las mujeres inmigrantes que trabajaban en los burdeles y vivían el área) que al ritmo de los bandoneones y las orquestas populares alegraban sus pesadas cargas de la vida a través del baile.
Paseando por las calles empedradas con adoquines se pueden apreciar los antiguos conventillos que eran modestas casillas de madera construidas con las maderas provenientes de los embalajes de la mercancía que ingresaba en el puerto de Buenos Aires por aquellos años. La pintura viva y colorida denota el crisol de culturas que allí se encontró y que en cierta manera representa un poco la gran diversidad de pueblos que conforman a la Argentina.
Las antiguas farolas que iluminaban las callejuelas, ahora restauradas nos transportan a 1900.
Casi pegado a La Boca, como siguiendo con mi paseo, suelo terminar en San Telmo, en apreciando las maravillosas obras de arte que muchos pintores desconocidos regalan por algunos pocos dólares, o también puede perderse uno entre los giros y vueltas de alguna pareja que baila Tango. Actualmente, visito mucho la zona llevado por mi gusto de las antigüedades que se pueden encontrar en el lugar, ya que son de exquisito gusto o para asistir a algún espectáculo que se brinde en la ciudad.
Luego de una caminata por el lugar, casi siempre, eso sí, termino en el tradicional Tortoni saboreando un delicioso café.