La paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen
En 1935 los eminentes físicos teóricos Albert Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen plantearon un experimento cuyas consecuencias cuestionan la interpretación de Copenhague de la física cuántica, de acuerdo con la cual al medir un sistema sólo puede conocerse con certeza la posición o el momento de una partícula determinada, pero nunca ambas variables.
Según la mecánica cuántica, mientras con mayor precisión se mida una propiedad determinada en una partícula, menos podrá definirse otra. Ambos valores no pueden ser controlados simultáneamente, no por problemas en la medición, sino por propiedad intrínseca del sistema. Esta indeterminación se llama principio de incertidumbre.
El experimento EPR ―las siglas corresponden a las iniciales de los investigadores― consiste en medir las propiedades de dos partículas que han estado entrelazadas anteriormente y entonces son separadas. Lo interesante es que, debido a la estrecha relación que hubo entre ambos sistemas, si el observador mide los valores de una de las partículas conocerá los valores de la segunda instantáneamente. Lo mismo sucederá en la otra dirección.
Desde luego, tal sinsentido desafía el principio de incertidumbre, ya que existe una situación determinada donde todas las variables de una partícula pueden ser conocidas con certeza.
La paradoja permitió a los investigadores concluir que las descripciones de la realidad que proponen las teorías cuánticas, basadas en funciones de onda, son incompletas. De este modo, podría esperarse la existencia de alguna teoría no descubierta aún que diera cuenta de todo el sistema y de la cual las interpretaciones cuánticas serían sólo una aproximación.
Los resultados de este experimento apuntan a la existencia de una realidad física objetiva que cumple con las leyes de la causalidad, cuyas descripciones no dependen de las mediciones del sistema y pueden ser determinadas. Hallar una teoría tal fue una búsqueda incesante durante toda la vida profesional de Einstein.