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Mundo

Guatemala y las huellas de los Mayas

Publicado 27 Sep 2012 – 02:03 AM EDT | Actualizado 5 Abr 2018 – 01:47 PM EDT
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En su selva civilizaciones ya desaparecidas dejaron imponentes huellas y para develar el misterio que tras ellas se esconde llegan a este hermoso país centroamericano naturalistas y buceadores de la historia. Sus costas son verdaderos paraísos del trópico donde el concepto de vacacionar alcanza su máxima expresión. Y aunando todo una cultura popular muy viva, poderosa; Guatemala, donde todo resplandece.

La tierra donde el verde impera

Un pueblo muy distinto a los que los rodeaban, sus vecinos Aztecas eran guerreros, los Mayas no; ellos amaban la tierra, el cultivo, la paz. Tenían un libro sagrado similar a la Biblia moderna, el Popol Vuh. Conocieron el “cero” antes de que los matemáticos europeos sospecharan siquiera de su existencia y hasta tenían un calendario solar más preciso que el que utilizamos en la actualidad. A la llegada de los españoles a América ya su vasto imperio había desaparecido y quedaban apenas unos cien mil representantes de aquella inteligente raza. Hoy son varios millones repartidos la mayoría en Guatemala, otros por el sur de México, parte en Belice y parte en Honduras. Los extremos surgen a cada paso que damos, observamos así a jóvenes vestidas a la usanza originaria tomando fotos con una cámara digital, o vemos en los altares de las Iglesias ofrendas de maíz y gallinas; muchos hablan aún la lengua quiché.

En Quiriguá, un importante sitio arqueológico, las escalinatas de los altos templos, cinceladas con instrumentos de piedra, están recubiertas de musgo; comparado con otros éste emplazamiento es pequeño, pero guarda algunos de los ejemplos más bellos de la escultura maya, con inscripciones talladas en estelas. Un gran monolito que mide algo más de diez metros y pesa unas sesenta y cinco toneladas se yergue en un campo sembrado de otros de menor tamaño; los jeroglíficos tallados en ellos tratan de explicarnos, tal vez, cuáles eran sus creencias; al parecer consideraban sagrados a algunos animales, como el mono y el jaguar, que se repiten una y otra vez en las decoraciones.

Un grato paseo

Yendo hacia el Mar Caribe no podemos dejar de visitar Puerto Barrio, allí no veremos ruinas ni gente con la vestimenta típica pero esta pequeña ciudad portuaria es como un pedazo extraído de África misma. En su ciudad vecina, Livingston, conviven varias razas e idiomas. Desde cualquiera de las dos poblaciones podemos realizar un paseo por el Río Dulce y asombrarnos o asustarnos cuando divisamos cocodrilos en las orillas o enormes tortugas se acercan demasiado a las embarcaciones.

En la selva del Petén, que se recomienda recorrerla sólo en compañía de guías especializados o baqueanos muy duchos, hay amenazantes felinos, mamíferos simpáticos y de los otros, serpientes escurridizas que huyen hacia la espesura y cientos de aves que surcan el cielo sobre nuestras cabezas. Y llegamos a las ruinas de Tikal, luego de recorrer angostos y zigzagueantes senderos aparece un claro en medio de la vegetación selvática y nos hallamos repentinamente al pie de varias centenas de escalones de piedra, tras algo de esfuerzo y alentados por lo que sabemos será una vista espectacular arribamos a la cima; la selva, mirando hacia abajo, parece un extenso colchón verde, nada de tierra se vislumbra, sólo cada tanto se recortan en el horizonte las cúspides de otros templos que visitaremos luego.

El alma se siente sobrecogida, la experiencia es inenarrable, hay que vivirla para comprender cómo impacta a los sentidos. Guatemala sorprende gratamente, no queda ninguna duda.

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