7 momentos en los que la historia no fue apta para todo público
Las cosas hechas por estos notorios personajes no serían aptas para el horario televisivo infantil.
1. La obsesión del duque
Arthur Wellesley, duque de Wellington, vivió obsesionado con Napoleón. Propinó al Gran Corso su derrota definitiva en Waterloo. Adquirió varias obras de arte que habían pertenecido a Bonaparte, contrató a su antiguo cocinero y colgó en su habitación un cuadro atrevido de Pauline, hermana del emperador francés. También sedujo a Josephina Grassini y a Josephine Weimer, antiguas amantes de su gran rival.
2. Cínico y algo peor
El filósofo griego Diógenes de Sinope, considerado uno de los fundadores del cinismo, era un hombre de conducta extravagante. Para demostrar que casi nada le importaba, defecaba en público y se dice que también se masturbaba públicamente.
3. El general y la prostituta
La vida del general y político estadounidense Daniel Sickles estuvo llena de escándalos. Antes de combatir en la Guerra Civil, Sickles mató al amante de su esposa. Estando en Londres como diplomático, fue invitado a un evento con la reina Victoria. Se suponía que debía acudir con su esposa, pero esta no se encontraba en Inglaterra, así que se hizo acompañar por la cortesana Fanny White.
4. Kennedy y la espía
Durante los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, Adolf Hitler se exhibió en público con la reina de belleza danesa Inga Arvad. Cuando el joven estandarte de la marina estadounidense, John F. Kennedy, inició un romance con Inga en 1941, al FBI le preocupó que pudiera ser una espía. La pareja fue grabada en la alcoba por el buró y al parecer las conversaciones y ruidos escuchados no entrañaban riesgos para la seguridad nacional.
5. Embolia sexual
El presidente francés Felix Faure murió en 1899, a los 58 años, oficialmente de una apoplejía. Después se comentó que la trombosis le sobrevino en el Palacio del Eliseo cuando recibía sexo oral de su amante, Marguerite Steinheil.
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6. Las flatulencias de Ben Franklin
Encontrándose como embajador en Francia, Benjamin Franklín decidió gastarle una broma a la Real Academia. Con toda seriedad, escribió a la corporación invitándola a investigar métodos para mejorar el olor del pedo. Argumentaba Franklin que el único problema con las flatulencias era la fetidez y que corregido ese defecto, serían menos desagradables que escupir o sonarse la nariz.
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7. Monje libidinoso
Los monjes budistas suelen ser personas de conducta sexual muy recatada, pero ha habido sus excepciones. El Lama Drukpa Kunley (1455 - 1529), fue conocido como el «Loco Divino» y como el «Santo de las 5000 Mujeres». Ofrecía la iluminación a través del sexo y tenía un palo en forma de falo que llamaba el «rayo mágico de la sabiduría».