¿El éxito de ella, es el fracaso de él?

¿Sientes que este perfil te describe?
1. Te proponen un ascenso, pero te preocupa que tu compañera se sienta amenazada porque ganarás más que ella;
2. Tienes cuidado de no brillar demasiado en situaciones sociales porque sabes que tu novia o esposa se puede sentir menos;
3. Temes que la gente piense que eres un mal padre por dedicarle tanto tiempo al trabajo;
4. Sientes que la colaboración se te da más naturalmente que la competencia, misma que consideras está sobrevaluada;
5. Cuando tu pareja destaca profesional o socialmente, sientes que es un motivo de orgullo para ambos.
Si NO te reconoces en estas actitudes, es porque se trata de hábitos exclusivos de las mujeres.
En Amy, la película documental que narra la corta carrera de la virtuosa intérprete y letrista Amy Winehouse, así como los acontecimientos que contribuyeron a su trágico fin, Nick Shymansky, el primer manager de Winehouse, habla de cómo el objetivo de la cantante inglesa se llegó a convertir en estar al "mismo nivel" que su esposo, Blake Fielder-Civil (quien no se dedicaba, al parecer, a otra cosa más que a ser su dama de compañía... además de consumir drogas). En la misma cinta, un médico especializado en adicciones comenta que un obstáculo a la recuperación de Winehouse estribaba en que Fielder-Civil se sentiría menos si ella abandonaba el universo de narcóticos compartido por la pareja.
Resulta casi sobrenatural la comparación de aquella relación con la de Joe Clay (Jack Lemmon) y Kirsten Arnesen (Lee Remick), de la clásica cinta Days of Wine and Roses (1962), en la que él la induce a ella al alcoholismo. La joven esposa suscribe con tal de sentirse incluida en el mundo de su amado. Eventualmente, él logra dejar el alcohol, mientras que ella queda por siempre sumida en la adicción. El también célebre tema musical homónimo, para colmo de casualidades, estuvo a cargo de nadie menos que Tony Bennet, uno de los ídolos confesos de Winehouse, con quien llegó a grabar un dueto.
Pese a su éxito, pese a su talento y a expensas de su salud, Amy hizo lo que hacen muchísimas mujeres: se menoscabó a sí misma con tal de mantener su relación amorosa, temiendo que sus triunfos herirían el ego de su pareja.
Quizá lo más desafortunado del caso de Amy, es que no estaba del todo equivocada: es un hecho que el autoestima de los hombres se ve afectada negativamente por el éxito—ya sea profesional, social o personal—de sus parejas. Y las mujeres, intuitiva o subconscientemente, actúan en consecuencia.
Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology concluyó que, efectivamente y pese a lo que dicen "de dientes para afuera", los hombres se sienten mal a nivel subconsciente cuando sus parejas son exitosas, aunque no compartan áreas de competencia o profesiones. Los logros de una mujer se traducen en fracaso personal para su hombre, ya sea por el sentido nato de competencia de los varones, o porque se detona la amenaza subconsciente de no estar a la altura de la mujer y por ende surge el riesgo de perderla. Los hallazgos del estudio además sugieren que los hombres se sienten peor en torno a la relación cuando su pareja es exitosa. Curiosamente, no sucede lo mismo en el caso inverso; las mujeres tienden a sentirse bien acerca de sí mismas y de la relación de pareja cuando sus hombres tienen éxito.
"Mi familia se desintegra, mis hijos tendrán que vivir con eso, con que me escupan... y todo porque me casé con alguien de quien estuve enamorado pero, como no tengo talento, entonces no soy nadie", declaró el ex-marido de Winehouse en una entrevista reciente para The Daily Mail .
Las mujeres, por su parte, tienden a suavizar, amortiguar o empequeñecer sus logros ante los hombres en general, no sólo ante sus novios o esposos. Un estudio publicado en el Personality and Social Psychology Bulletin determinó que cuando las mujeres se encuentran entre pares profesionales de ambos sexos, son menos propensas a atribuirse el crédito de su contribución a un logro conjunto. Mientras tanto, si las mujeres se encuentran entre pares de su propio género, esta falta de auto reconocimiento desaparece.
Común entre mujeres exitosas como Amy Winehouse, es el síndrome de la impostora, término acuñado en los años setenta por los psicólogos clínicos Clance y Imes, para describir la incapacidad del individuo de interiorizar sus logros debido a un temor subconsciente a ser "descubierto" como un fraude. Estas personas suelen atribuirle sus éxitos a la oportunidad, a la suerte, al apoyo de otros y demás deméritos.
En la vida cotidiana, las mujeres adoptan actitudes e incluso un lenguaje que refleja esta (¿sub?)conciencia de que "calladitas se ven más bonitas". Si bien los giros lingüísticos varían de una cultura a otra, por lo general las mujeres tienden, con mayor frecuencia que los hombres, a minimizar el impacto de sus palabras (" Sólo quisiera añadir que...", "Me preocupa un poco que...", "Tengo una pequeña duda...") y son más propensas a comenzar sus frases pidiendo perdón o permiso.
Si bien el retrato que la cinta Amy hace de su ex, Blake Fielder-Civil, no es nada favorable, también es cierto que en la letra misma de las canciones más populares de Winehouse está una clave importante: "My destructive side has grown a mile wide / And I question myself again: what is it 'bout men?". Su lucidez sólo aumenta el sentido trágico de su fin. Como reza el dicho: "siempre hay un roto para un descosido".