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autoestima en niños

Cómo mantener la ingenuidad de los niños

Publicado 24 Jul 2015 – 03:00 PM EDT | Actualizado 2 Abr 2018 – 09:15 AM EDT
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Las madres amamos a nuestros hijos y queremos que permanezcan seguros y a salvo de las personas que puedan ser perjudiciales para ellos, y que puedan de alguna manera destruir su inocencia y su vida misma. Pero al mismo tiempo no queremos asustarlos ni crearles miedos, timidez ni pesadillas. ¿Cómo hallar el justo equilibrio? ¿Cómo podemos protegerlos y enseñarles a protegerse sin hacerles daño?

Que sepan la verdad sobre la gente

Obviamente, tenemos que educar a nuestros hijos en relación con el hecho de que hay personas que quieren hacerles daño. Tenemos que enseñarles a no hablar con extraños ni siquiera en las redes sociales, incluso cuando los desconocidos parecen ser agradables, a no aceptar pasear con  personas que no conozcan si previamente no los hemos autorizado, a nunca permitir que las personas los toquen de forma inapropiada, y así sucesivamente. Tenemos que enseñarles todos estos hechos porque forman parte de la seguridad misma.

A ese respecto, también les podemos enseñar autodefensa. No como para que castiguen ni maten a nadie, sino para que sepan cómo repeler un agresión y cómo poder huir ante un peligro inminente. ¡Hasta un niño pequeño puede aprender métodos muy útiles para escapar de un atacante!

El valor de la intuición

Además, hay otra manera muy profunda en la que podemos ayudar a nuestros hijos a estar a salvo: su propia intuición. Podemos enseñarles que si en una situación no se sienten bien seguramente no estarán bien. Y que lo que empieza mal o de manera sospechosa de ser malo, no terminará bien.

La mayoría de los niños son muy intuitivos y muchas veces pueden sentir la energía y la actitud negativa de la gente. ¿Y entonces? ¡A correr! Ante la más mínima duda, que griten o se vayan.

Sin embargo, debemos ser cuidadosas y no desestimar su intuición. Por ejemplo, cuando nos dicen “el tío Luis no me gusta” o “ la maestra me trata de manera diferente a los demás”, ni debemos responderles de manera tal que derribemos su creciente intuición. A lo sumo podremos incentivarlos a esperar, a cerciorarse de su opinión a la distancia, sin comprometerse y sin juzgar prematuramente al otro. ¡Pero nada más!

Por último no deberíamos inculcar a nuestros hijos que algo malo va a sucederles ni que la gente es TODA mala. Deberíamos fomentar en ellos el equilibrio justo entre vivir, evaluar los peligros y protegerse. ¡De eso se trata la vida!

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