Conoce la parábola budista que nos enseña a ignorar para ser felices
Cuando alguien nos dice algo que nos duele o tiene una actitud inesperada que nos lastima, lo más habitual es que surja la sensación de dolor o de angustia. Podemos echarle la culpa a esa persona por sentirnos así, podemos también tildarla de egoísta o injusta por no pensar en nuestros sentimientos. Pero sin saberlo, no estamos siendo conscientes de que eso que sentimos es fruto de una elección. Y que por ende elegimos cómo asimilar lo que esa persona nos dijo.
El arte de saber ignorar
Tenemos la posibilidad de culpar a otro por el dolor que nos hizo sentir —humillación, ira o cualquier sentimiento que nos aflija— o podemos ignorar sus dichos o su actitud para mantener nuestra entereza, para sobre todo sentirnos bien. Visto de esta manera, en cuestión de segundos tenemos la libertad de elegir, de optar por el dolor o el bienestar, por la ira o el agradecimiento. Algo que una parábola budista lo explica con un hermoso relato.
El hecho de ignorar es usualmente visto con una connotación negativa, cuando perfectamente puede ser visto como una oportunidad para enfocarnos en nosotros mismos, y darnos cuenta de que el acto del otro dice mucho de lo que el otro está sintiendo, y que es decisión nuestra que nos afecte lo que le esté sucediendo.
Esta parábola también nos invita a reflexionar sobre el agradecimiento. En realidad, sentirse dolido es una forma de ver lo que nos está pasando, lo que nos hace o dice otra persona puede verse también como una oportunidad para agradecerle por el aprendizaje de poder conocernos más: ¿por qué me hace sentir eso?, ¿quiero estar bien o mal?, ¿por qué opto por sentirme mal?, ¿en qué estoy pensando para sentirme mal?, ¿y si modifico mis pensamientos?
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