Chuck Norris fue el responsable de la caída del régimen comunista en Rumania
Las asomrbosas hazañas de Chuck Norris, convertidas en uno de los memes más conocidos y divertidos de internet —porque él así lo quiso—, son harto conocidas, pero siempre provienen de la pura creatividad e imaginación de los fans.
Sin embargo, en alguna parte de ese misterioso lugar poblado de humor, sentimientos y códigos comunes en el que se originan los memes, se encuentran sus verdaderas hazañas, las de la vida real, o al menos la reputación de su figura pública, la que construyó a fuerza de clásicas películas de acción y artes marciales en las que interpretó a los mejores badass.
Estas dos cosas —sus hazañas fantásticas inventadas y sus películas de los 80— se combinan para inspirar el título de un curioso documental: Chuck Norris vs. el Comunismo.
El título de este documental es un poco engañoso (como el de esta misma nota) pero se aprovecha de la idea detrás de los famosos factoides de Chuck Norris para tomarlo como símbolo y representante de un fenómeno bastante más serio y complejo.
Comunismo, censura y VHS
El documental, que se puede ver en Netflix y se lanzó el año pasado, se ubica en la Rumania de mediados de los 80, gobernada por el brutal y represivo régimen dictatorial comunista de Nicolae Ceausescu.
En estas circunstancias, y con una fuerte censura por parte del gobierno, la población rumana no tenía a nada que no fueran mensajes oficiales o aprobados por el gobierno.
Pero la llegada y el auge del VHS cambiaría eso.
Comenzaron a llegar a Rumania películas contrabandeadas. Películas occidentales, entretenimiento hollywoodense. ¡El gran enemigo y su maquinaria de propaganda anticomunista!
Mirar estas películas era algo ilegal y peligroso, pero también indudablemente entretenido.
Se comenzó a generar una suerte de red clandestina de cinéfilos que se reunían secretamente a ver a Chuck Norris pateando traseros, pero también a Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone o Jean-Claude Van Damme.
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Las películas de contrabando que llegaban eran de todo tipo, pero el género de acción era la gran estrella, porque canalizaba los sentimientos de los rumanos; había una atracción muy particular y resonante en el hecho de ver a un duro y poderoso héroe combatir a malvados villanos. El procedimiento prohibido implicaba algunas cosas bastante curiosas: todas las películas clandestinas eran dobladas por la misma persona, Irina Nistor, una mujer que trabajaba en la TV pública como traductora pero asumió este riesgo para que los romanos que no hablaban bien pudieran entender qué decían los personajes. Así, podían ver a Al Pacino profiriendo un violento insulto en Scarface, mientras escuchaban la dulce voz de Irina Nistor replicarlo en rumano.
Se cree que Irina dobló más de 3000 películas, y con estas esparciéndose clandestinamente por toda Rumania, su voz se volvió la más conocida del país, sólo por detrás de la de Ceaucescu.
El documental es atrapante, por momentos hasta divertido, pero también fiel a la tensión y los peligros que esta actividad cinéfila representaba en aquel contexto. Es, además, un homenaje a las cintas de VHS y un reconocimiento al impacto cultural del cine de Hollywood, aun si se trata de poco sofisticadas películas de acción o artes marciales.
Estas películas, muchas de ellas ancladas en la exaltación patriótica y el nacionalismo estadounidense, pero aun así atravesadas por valores esenciales que les eran ajenos a los rumanos, comenzaron a congregar un sentimiento de resistencia que cobró fuerza y confianza sobre fines de los 80, hasta que una revolución terminó por derrocar el régimen de Ceaucescu en 1989.
Así fue como Chuck Norris derrocó al comunismo.
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